Todo lo que veo son las heridas de un amor asfixiante, un amor oscuro, un amor negro y amargo. Un amor en el cual nada de lo que soy importa. Un amor que no es amor sino miedo. Un amor en donde no tengo voz ni voto. Sé que no es amor o talvez sí lo es. Estoy confundida, angustiada y avergonzada. Me da mucha vergüenza el estar en esta situación, de la cual me burlaba cuando niña. Decía que las mujeres que permitía este tipo de cosas eran unas tontas y sin valor. Sin embargo ahora que lo estoy viviendo las comprendo. Las comprendo en el sentido de vivir con el miedo de morir el día de mañana. El de saber que mi familia tenía razón, ya que me decían que él sería mi perdición y mi sentencia de muerta. Cuánta razón tenían, pero yo de estúpida e ingenua dejándome llevar por sus palabras cargadas de mentiras. Sus disculpas sin ningún sentimiento de arrepentimiento. Sus abrazos fríos y vacíos. Sus palabras hirientes taladrando mi cabeza a tal punto de creer que eran ciertas. Sus celos exagerados que ponían en evidencia su poca confianza en sí mismo. Y ahora estoy pagando el precio de mi peor error, de mi peor decisión. Que tonta fui al creer que cambiaría, pues él me lo prometía pero que yo también pusiera de mi parte para que las cosas estuvieran mejor. Le hice caso ya que estaba segada por el amor que le tenía. No sabía que al hacer tal cosa me perdía a mi misma. No sabía que al complacerlo a él, me olvidaba de mi. Olvidaba lo que me hacía feliz a mi. Lo que me gustaba a mi. Lo que quería y lo que me hacía ser yo. Primero me alejo de mis amigos. Después me alejo de mi familia. Luego me alejo de mi.
Recuerdo muy bien la primera vez, la vez que comenzó todo. Pues era el día de mi cumpleaños. Mis padres como era de costumbre me hacían una gran fiesta dónde iban todos mis parientes y amigos. Yo me encontraba bailando con mi mejor amigo, pues nos habíamos conocido en la academia de baile. Yo irradiaba felicidad absoluta en aquel entonces. Cuando acabamos de dar nuestro espectáculo me di cuenta que él ya no se encontraba al fondo del salón. Creí que se había ido al baño así que no fui a buscarlo. Las horas pasaron y él no regresaba. Me preocupe. Llamé a su teléfono mil veces, pero no contestó. Pensé que se había ido, así que salí del salón. Mala idea, porque al poner un pie fuera del salón una fuerte y pesada mano golpeó mi mejilla izquierda causando que mi labio inferior se abriera, brotando un poco de sangre. Mi alegría fue suplantada por el miedo y el pánico. No sabía qué hacer, estaba en shock. Las palabras que salieron de su boca provocaron una herida en lo más profundo de mi corazón, que con el pasar del tiempo esa herida se haría cada vez más abismal. Recordarlas, es como si las estuviera escuchando de nuevo. Desde ese momento deje de ir a las clases y también de salir con mi mejor amigo, quien ahora ya no me habla más, por culpa mía y de él.
La segunda vez fue en navidad. Fui a la casa de mis padre puesto que no los veía desde mi cumpleaños número 22 y también porque no quería que vieran los moretones de mi piel. Él me dio permiso de ir ya que me había portado muy bien este año. Me metí a la ducha y una vez limpia me mire en el espejo, aún se notaban unos que otros hematomas leves, pero el que se notaba más era el del cuello, pues ese era resiente. No porque me había ahorcado, bueno si lo era pero era por los extraños fetiches al tener relaciones, o eso me hacía creer yo misma. Que estúpida fui al hacer ese tipo de cosas horrendas. Así que me puse una camisa cuello de tortuga, no me gustan pero cubría la marca. Al llegar a la casa de mis padres me sentía libre de no tener a alguien a quien complacer y el de saber que no preguntaron por el cuello de tortuga, pues era época de frío, pero también sentía algo, que no sabría cómo explicarlo, pues quería que alguien me preguntará por mi ausencia y mi repentino gusto por las camisas de cuello de tortuga, pero a nadie le importó. Dieron las 11:30 de la noche, hora en la que tenía que regresar a casa pues él me quería a las 12 en punto en nuestra casa. El miedo me invadió. No quería regresar pero tenía que o sino el regaño sería peor. Salí de la casa sin despedirme de nadie, tome un taxi. Mala idea. Él se encontraba con una chica quien le propiciaba caricias placenteras, y no era cualquier chica sino su secretaria, pues él era dueño de la mejor marca deportiva de todo el mundo. Me subí al taxi antes de que me viera. Me sentía traicionada, estúpida, tonta e impotente, pero por otro lado sentía algo de esperanza del saber que tenía un pretexto para dejarlo. Llegué a la casa. Subí a mi habitación y una vez dentro de la misma, me dezmaquille. Me lave los dientes y la cara. Me puse la pijama y al poco tiempo caí en los brazos de Morfeo.
A la mañana siguiente me levanté sin hacer demasiado ruido ya que él odia que lo levanten temprano y más cuando está con resaca. Fui a mi closet, saque toda mi ropa que gracias a Dios era poca, tome la maleta más cercana y ahí la metí. Bajé las escaleras a paso lento. Me metí a la cocina para tomar las llaves, unas galletas y un yogurt. Caminé hacia la puerta principal. Mi plan de escape estaba saliendo a la perfección pero olvide una cosa o más bien a alguien. Rock nuestro perro quien empezó a ladrar para jugar con él, es por ello que odio a las perros. Solo escuché los latidos ensordecedores de mi corazón con cada gruñido y caminar de él. Las manos me temblaban, mi espina dorsal cosquilleaba, pero al escuchar su voz ronca, adormilada y molesta, mi alma se separó de mi cuerpo por unos milisegundos.
- A dónde vas con esas maletas?- hice el intento de tragar pero me fue imposible- Te he hecho una pregunta, o acaso estás sorda- baja las escaleras lentamente haciendo un tormento en mi interior
- Ya tienes una nueva compañía, no?- no sé de donde saque el coraje para decir aquellas palabras - Creo que ya no me necesitas- esto último fue más un susurro el cual fue escuchado, ya que su semblante adormilado cambio por una retorcida sonrisa de costado.
- Parece que me viste a mi y a mi secretaria ayer, no es así?- llegó a mi lado, recogió las lleves del suelo, pues las había tirado al momento en que su respiración choco contra mi nuca - Entonces, te vas?- no podía mover ningún músculo, ni siquiera podía respirar estando él tan cerca. Mete las lleves en la perilla quitando el seguro de la puerta. La giro y la abrió. Mi respiración estaba tan agitada que él la noto, ya que al momento en que me miró palidesi- Tranquila cariño que no muerdo- su sonrisa siniestra cubrió todo su rostro. Se hizo a un lado dejándome el paso hacia lo que iba a ser mi libertad. Tome mi maleta, salí de casa, salí del pórtico y al escuchar la puerta cerrarse, por fin tome una gran bocanada de aire que embriagaba mis fosas nasales. Pero la magia duró poco pues él me quebró una botella de licor en la cabeza, tornándose todo lejano y difuso hasta quedar en negros. Al despertar el dolor punzante en la cabeza se hizo más intenso y también el de las muñecas y tobillos, pues me encontraba atada en la cama. Al abrir los ojos quería no haberlos abierto ya que me encontraba dentro de esa pesadilla de la cual solo quieres despertar. Él me mira con gran diversión en el rostro.
- Creíste que te ibas a librar tan fácil de mi, cariño?- las lágrimas de terror comenzaron a salí.
- Por favor déjame ir, por favor?- mis plegarias fueron calladas con una bofetada en el mejilla izquierda y un mar de sangre broto desmesuradamente.
- Nunca podrás irte de mi lado, sabes por qué?- se acerca a mi oído- Porque me amas demasiado como para alejarte de mi- las lágrimas y los sollozos no se hicieron esperar. Estaba aterrada como para responder o decir algo- Verdad que sí cariño?- toma una vela, la enciende y deja caer la cera caliente sobre mi pecho- Te he hecho una pregunta?- asiento con la cabeza lo más rápido que puedo mientras grito con todas mis fuerzas- Que linda y obediente chica tengo- acaricia mi cabello como si de un perro se tratara- Como veo que necesitas aprender tu lección te quedaras aquí todo una semana, sin comida, sólo beberás agua ya que te estás poniendo media gordis- abre la puerta del cuarto- Nos vemos dentro de una semana cariño, y no olvides que me amas- cerró la puerta dejándome sola en la oscuridad. Lloraba, gritaba, peleaba, pero mientras más me movía las amarras se ajustaban cada vez más, fue entonces que decidí dejar de pelear. Los días pasaron, no tenía conocimiento de cuando amanecía o cuando oscurecía, solo veía la luz cada vez que él entraba con el vaso de agua. Ya no me importaba nada, ya nada tenía sentido solo quería el agua que aún me mantenía con vida, si eso era lo que estaba viviendo. La semana había acabado pues me había quitado ya las sogas.
- Muy bien princesa, lo has hecho de maravilla- dice mientras me abraza. Yo era un zombi en aquel momento. Mi cuerpo estaba ahí pero mi alma había desaparecido. Solo sentía como me empezaba a quitar la ropa- Sabes por cuánto tiempo he esperado el poder tocar tu piel- no respondía, parecía una muñeca. Sus manos frías recorrían todo mi cuerpo. Las náuseas y la repulsión recorrían mi ser. Me coloco boca abajo en la cama. Bajo mi ropa interior y desabrochó mi brasier. No podía ni gritar ni siquiera llorar, es como si ya no tuviera vida. Al acabar aquel acto tan enfermo y sádico me sentía la cosa más asquerosa y repulsiva que jamás haya existido en este mundo de mierda. Me dijo que tomara una ducha y así lo hice y fue así hasta este día en dónde dije ¡HASTA AQUÍ, YA NO MÁS!
Era año nuevo, este año nuevo claramente está. Como de costumbre él se encontraba con resaca. Salí del cuarto sin maleta, sin comida sin nada, tome las lleves que se encontraban en su saco el cual estaba en el sofá de la sala. Salí de la sala para luego encontrarme con un Rock profundamente dormido pues el día de ayer en la noche le di una pastilla para el insomnio que él se tomaba para dormir en los días de mucho trabajo. Inserte las llaves dentro del picaporte las gire con mucha cautela, gire la manija de la puerta, viendo por fin el cielo nocturno ya no tenía miedo lo único en lo que podía pensar era en la pequeña criatura que albergaba mi interior y de quien él no sabía.
Es por eso que me encuentro aquí frente a todos ustedes para que sepan lo que tuve que pasar con aquél hombre que el día de hoy se encuentra aquí presente presumiendo su lindo y costoso traje, su cara inocente pero sabes que, todos saben la clase de persona que eres
- Y dime querida qué clase de persona soy- dice con cinismo
- Una a la cual su madre le falló tantas veces y un padre que no lo amaba por no ser el hijo que el tanto anhelaba provocando en ti un disgusto hacia tu persona y a las de tu alrededor, es por ello que tú inseguridad, y tu poca autoestima y aceptación hacen de ti una persona miserable y podrida- su rostro cambio a una serio y colérico
- Tu no me conoces, escuchaste. Tu no sabes quién soy yo- se levanto dando un gran golpe a la mesa, pero ya no tenía miedo.
- Tienes razón- digo con sinceridad- Pero tu tampoco lo sabes- salta como un león hacia su presa, pero ya no tenía miedo. Sus acciones, gestos y amenazas que aventaba al aire mientras era detenido por el cuerpo de seguridad se iban con la brisa de aire que cargaba consigo paz, alivio y seguridad.