Capitulo 7 - El Peor Primer Beso

Los días siguen en curso. Mi relación de amistad con José sigue bien. Sin duda es un buen amigo que me llama para que lo acompañe a hacer algunas vueltas personales, así como también me ha invitado a algunos paseos con sus novias… Y sí, vamos los tres: él, su novia de turno y yo. Muy seguramente soy la violinista que sirve de coartada ante la oficial, pero no me molesta. Sin embargo, sí me da algo de envidia. Ver cómo se abrazan, juegan o se besan me hace preguntarme: ¿qué se sentirá? ¿Es agradable?

Sigo sin haber besado a un hombre a los 19, y no me llena de orgullo como debería ser. La verdad, he llegado a preguntarme si podría pedirle el favor a José para que sea mi primer beso. Sin embargo, desecho esa opción porque no sé si eso pudiera dañar nuestra amistad. No por parte de él, ya que sé que es lo suficientemente maduro para manejar una situación así, pero… ¿y yo? ¿Sería capaz? No. No me quiero arriesgar.

En unos días tendremos una visita de laboratorio a otra ciudad. Es una especie de viaje para hacer experimentos con equipos que, lamentablemente, no tenemos en la universidad. Para este viaje estoy decidida: sea como sea, no vuelvo virgen... al menos de labios. Hay un hombre en mi clase que ha estado insistiéndome mucho en salir, y a pesar de que no me interesa en lo más mínimo, lo he escogido para que sea mi primer beso.

El día de la visita transcurrió con normalidad. Las clases fueron entretenidas, y por un accidente —una estudiante bachiller se subió por error a nuestro bus—, José estuvo lo suficientemente distraído como para que yo pudiera llevar a cabo mi plan. Me acerqué a Paulo con la intención de entablar conversación.

—Hola, Paulo, ¿cómo estás?

—Princesa, súper bien. Qué linda estás hoy. ¿Y tu guardián? No lo veo —dijo, refiriéndose a José.

—Está entretenido cuidando a la niña de la excursión por error.

—Eso es perfecto. Ven conmigo —dijo esto y me tomó de la mano, sacándome del salón y llevándome a un lugar apartado.

—¿A dónde vamos? —traté de seguirle el paso hasta que nos detuvimos cerca de unos edificios.

—Quiero que salgas conmigo… Quiero que seas mi novia. Podríamos ir a mi casa, vemos una película… Estaremos solos. Mi hija la tiene mi exesposa, así que seremos solo tú y yo.

Me quedé pasmada. No sabía que mi “prospecto de primer beso” tuviera exesposa, ni mucho menos que tuviera una hija. Pero en fin… tampoco es que lo desee para una relación sentimental. Solo deseo salir de un problema, a mi parecer.

—La verdad, Paulo, yo no voy a casa de amigos a ver películas. Sin embargo, podríamos hablar primero, conocernos un poco más y veremos qué pa…

No pude terminar la frase. Sin previo aviso, Paulo puso sus labios sobre los míos e intentó meter su lengua. Me quedé completamente pasmada, paralizada. No supe cómo moverme, no reaccioné. No hubo respuesta por mi parte. Supongo que al ver mi inmovilidad, él retiró su boca de la mía.

Sentía su saliva aún en mi boca. En un intento por no ser más grosera, me obligué a tragármela para poder decir algo. Pero lo único que logré fue aumentar la náusea.

—Perdóname por haberlo hecho de improvisto… pero no quería arrepentirme de no hacerlo. Por favor, piénsalo.

Dijo eso y se marchó, dejándome sola. Las náuseas se volvieron incontrolables. Una punzada de asco se me clavó en el estómago. Me temblaban las manos, los labios. ¿Por qué carajos quería dar mi primer beso? ¿Se suponía que debía sentir otra cosa? ¿Algo más que ganas de vomitar? ¿Fue tan desagradable porque no me gustaba, o… siempre sería así?

Me dirigí nuevamente al salón. Una amiga se acercó.

—Nena, ¿estás bien? Te ves pálida.

—Sí, Marce… solo tengo un poco de náuseas por el viaje, aún no se me quitan. ¿Me puedes regalar un poquito de tu agua?

Sin acercarme la botella a la boca, rocié agua dentro de mi boca y la escupí. Hice gárgaras, varias veces, intentando desesperadamente sacar el sabor que ese beso me había dejado. Me sentía sucia, confundida, incómoda… no quería recordar, pero no podía evitarlo. Justo en ese momento, José se acercó.

—Señorita, ¿usted dónde estaba metida que se perdió? La hemos estado buscando. ¿Y por qué estás pálida? ¿Te sientes bien?

Puso su mano en mi rostro, acariciando mi mejilla con ternura. Ese gesto, tan simple, tan suyo… fue como un refugio.

—Sí… el viaje me tenía con mareos. Salí a tomar aire.

—Ven, vamos y te compro un jugo de naranja para que se te pase —se acercó a mí y me abrazó, apoyando su brazo en mi hombro para acercarme a él.

Sentí el contraste brutal entre el beso de Paulo y el abrazo de José. Uno me dejó un sabor amargo, físico, visceral; el otro me dio paz. Sentí que, de alguna manera, todo lo que necesitaba era ese consuelo. Nada más.