El cielo comenzaba a teñirse de rojo debido al inminente atardecer, entre la frontera entre el desierto y el bosque dos figuras se erigían como un paisaje de contrastes. Los risco áridos y las dunas abrazadoras chocaban contra la espesura de árboles retorcidos por el viento. Allí, en medio de esa tensión natural, las dos figuras avanzaban con paso impecables, eran lentos pero constantes.
...
Desde el otro lado de la posición de esas dos sombras, un grupo avanzaba desde la ciudad Varkhane, donde estaba estacionado una parte del ejercito de la familia Lloris y Fenoy. Eran dos tropas regulares enviadas desde el ducado Lloris con la intención de llegar a la ciudad capital para el nacimiento de un nuevo príncipe, aunque por otro lado iban como apoyo en caso de una guerra a gran escala entre Imperios.
Carla Fenoy la Santa del Norte y Lautaro Lloris el Perro Loco de la Corona Imperial estaban comprendiendo la topografía del lugar, el terreno era irregular y extenso, la ciudad atrás de ellos era un punto estratégico para las ciudades cercanas del Imperio De´ath.
—Disculpe la rudeza mi señor, hemos escuchado las aventuras sobre ustedes, ¿Es cierto que protegieron al joven príncipe durante la anterior guerra?
En otros lugares, hablar o interrumpir de esa manera con sus superiores serían castigados pero el ejercito de la Familia Lloris es diferente, a todos se les considera hermanos de armas por lo que existe una gran confianza entre todos, además, Carla y Lautaro son considerado héroes nacionales, por lo que son una especie de estrellas para sus subordinados.
Lautaro alzo su cara con una mirada arrogante mientras contaba su historia a detalle, Carla estaba ligeramente avergonzada por la actitud de su esposo y de los subordinados, estaba a punto de regañarlos hasta que alguien sacudió ligeramente su ropa, vio a su hija sosteniendo su vestido.
—Eira, ¿sucede algo?
Carla estaba algo preocupada por su hija de tres años, era la primera vez que salía de su hogar para visitar la capital imperial, Eira era muy parecida a Carla, compartía su cabello color escarlata, sus hermosos ojos azules, sin embargo ella tenia una mirada aguda y feroz como la de su padre.
—Siento algo extraño en los alrededores madre... además, ¿No estamos provocando al noble de esta ciudad al acercarnos con este ejercito?
—No deberías preocuparte por eso, estamos en términos amistosos y además en guerra por lo que hacemos valido nuestros títulos, nosotros somos superiores a ellos, así que esta bien
—Si madre lo dice... por cierto, ¿Quién era ese prometido del que hablaban papá y tú?
—Ahh... Bueno... eso es...
Carla entro en pánico mientras cambiaba el tema de conversación, su hija era precoz por lo que entendía temas que no debería, en su corazón Carla deseaba que su hija viviera feliz acorde a su edad, sin embargo desde que Lautaro dijo algo sobre el príncipe, su hija ha estado muy especulativa sobre quien es o que calificación tiene para ser su esposo, no entendía muy bien sobre esas cosas pero su curiosidad no era broma.
—¿Madre si somos tan fuertes porque no derrotamos a esos dos Imperios?
—...
Una vena en la frente de Carla se tenso, esta maldita niña la estaba dejando en vergüenza, el caso no es que no pudieran aplastarlos o que no tuvieran la fuerza necesaria, el caso era mucho mas complicado de lo que parecía.
En un principio, se desveló a este mundo una inquietante profecía: tres imperios se encaminarían hacia una guerra devastadora. El actual Emperador, Albert De´ath, junto a la imponente emperatriz Jade De´ath, descubrieron que no era simplemente una pelea entre sus imperios, había algo mas insidioso y elaborado que una simple guerra en un pequeño y remoto mundo.
Algo estaba maquinando en las sombras este resultado y con ayuda del gobernante del Cielo descubrieron que era obra de un grupo terrorista conocido como "Las Sombras del Eclipse". Unos rumores sombríos señalaban que sus miembros no eran simples mortales, sino seres renegados que provenían de los tres reinos superiores: El Cielo, El Infierno y el Mundo Humano.
Entre esos seres destacaba una figura temible: Estelle del Cuarto Circuló del Cielo o mejor conocida como la Santa Caída, la más joven, y a la vez, la mas despiadada de todas las santas del cielo. En el pasado, sus manos se habían empapado con la sangre de muchas de las hermanas santas del cielo, y su regreso no solo era probable, sino inevitable. Las hermanas de Carla, y su señor, lo sabían; después de la masacre que ella realizo en el cielo habían estado observando todos sus pasos, sabían a la perfección que su regreso significaba el fin de algo mayor. No se trataba solo de una Santa deshonrada y excomulgada, Estelle era solo la punta del iceberg de una amenaza mas grande.
Durante años, su paradero había sido un misterio, pero las señales estaban claras. Primero, sus seguidores actuaban en la sombra, infiltrándose en mundos pequeños y pocos vigilados como este. Luego, su influencia crecía de manera sigilosa, sin hacer ruido, sin levantar sospechas. Pero sabían que el caos estaba cerca, el momento de su retorno estaba por llegar, y con ella, el despertar de una pesadilla que trastornaría al universo.
Las Sombras del Eclipse, no eran una organización cualquiera. Cada uno de sus miembros figuraban en el Libro de Penitencias del Cielo y el Infierno como criminales de clase S+.
Seres aberrantes, indomables y con un poder que desbordaba lo inimaginable, y cuando siete o tal vez nueve, de estas almas malditas se unen, el destino de los tres imperios quedaría sellado sellado en una tormenta de caos y destrucción.
El tiempo de la espera había terminado. El Eclipse estaba cerca, y con él, la caída de todo lo que se conocía.
Estelle y sus aliados comenzaron a dispersarse por todo el universo, formando pares estratégicos, cada uno con su propia misión, su objetivo era claro, dominar nuevas y oscuras magias prohibidas, artes arcanas que desafiaban los limites de la realidad. Pero no era solo el poder lo que buscaban; entre las sombras, corría un rumor, El Santo Grial, aquel artefacto legendario que Jade De´ath había ocultado en lo mas profundo de su linaje. Este objeto poseía un poder capaz de alterar la realidad misma, de reescribir el destino de mundos enteros.
La tarea fue encomendada por un poder mayor, el señor al que Carla, Jade y sus otras hermanas servía, quien había previsto la importancia de este objeto. El Grial era más que una reliquia; era la clave para la creación de nuevas formas de vida o magia, magia capaz de redefinir el universo. Y en manos de las Las Sombras del Eclipse. ese poder podría ser la ultima carta para traer el caos definitivo.
La búsqueda del Santo Grial no era algo aislado; Estelle y los demás sabían que los objetos de tal magnitud se entrelazaban con antiguos secretos, con legados olvidados, la creación de magia prohibida no solo era un acto de poder, sino también una amenaza que arrasaría todo lo que quedaba en pie. El universo estaba al borde de un cataclismo.
A medida que los miembros del grupo se dispersaban, cada uno de los 7 Pecados y los 10 Mandamientos mantenían su propia agenda, y el Gobernante del Cielo vigilaba desde las alturas.
El choque entre estos gigantescos poderes era inevitable, y la confrontación entre los tres grupos, junto a las huestes celestiales, solo podía traer destrucción y muerte. El equilibrio que quedaba, ya muy frágil, estaba a punto de romperse por completo, y con ello, el futuro de todos los imperios.
Albert, Jade, Carla y Lautaro habían vivido en el Reino del Cielo hasta el día en que les encomendaron una misión, regresar al Imperio De´ath, la tierra que los vio nacer, o al menos a tres de ellos...
Al principio, desconocían la razón detrás de este llamado, pero al llegar, encontraron su hogar en el caos absoluto.
Una guerra civil había estallado. El segundo príncipe, cegado por la ambición, había bañado el trono en sangre. El Emperador, la Emperatriz y ocho de los doce príncipes fueron brutalmente asesinados. La familia imperial había sido destrozada.
Albert había permanecido seguro en el Cielo, mientras que otros dos hermanos habían logrado huir a otro mundo a través de una grieta dimensional, salvándose del baño de sangre. Sin embargo, el Imperio De´ath no tuvo la misma suerte. La guerra civil lo desgarró desde dentro, dejando su gloria reducida a cenizas y escombros.
Con el tiempo Albert tomó el mando del Imperio. Unió a las familias nobles que aún eran leales a la Corona Imperial y sofocó a la mayoría de los traidores con una brutalidad impecable. Sin embargo, un detalle cambió el curso de los acontecimientos: el segundo príncipe fue el causante de la muerte de la Familia Imperial, logró escapar refugiándose en el Imperio Dalot, con eso forjo una alianza con la Familia Imperial Varane y Dalot, dos naciones poderosas con ambiciones ocultas.
La situación empeoró cuando llegaron informes desde un reino remoto, gobernado por una Santa de Hierro, una mujer que solo aceptaba a las mas fuertes para convertirlas en Santas para su causa. Su red de información descubrió algo aterrador: la guerra que estaba por comenzar no era un conflicto natural, sino una partida de ajedrez cuidadosamente manipulada por un enemigo en las sombras.
Desde las profundidades del universo, Las Sombras del Eclipse movían los hilos. No buscaban la victoria de un imperio o otro, su bando solo buscaba utilizar este conflicto como un velo, una distracción para obtener lo que realmente querían.
El Santo Grial.
El destino de tres imperios colisionaría pronto. Pero la verdadera amenaza no estaba en sus ejércitos, sino en aquellos que observan desde las sombras, esperando el momento exacto para desatar el caos definitivo.
El Imperio De´ath una vez un símbolo de gloria y dominio, ahora se encontraba atrincherado en su propia capital. Albert, Jade, Carla, Lautaro, Marcus y los suyos no podían darse el lujo de malgastar fuerzas en enfrentamientos inútiles. Sabían que la guerra ya estaba perdida en las fronteras. Sus enemigos, impulsados por la ambición del segundo príncipe y la manipulación de las Sombras del Eclipse, avanzarían sin obstáculos, arrasando cada territorio en su camino.
Pero todo era parte de la estrategia.
El verdadero campo de batalla no eran los reinos vasallos, ni las fortalezas menores. El verdadero enfrentamiento ocurriría en la capital real. El lugar mas seguro de todo el imperio, el bastión final, la ultima esperanza. Si caía la capital, caería todo.
La Santa de Hierro, al enterarse de la situación, decidió unirse al conflicto. Oficialmente, su propósito era proteger a sus hermanas, pero Jade y Carla sabían la verdad. No era solo deber o lealtad lo que la motivaba. Había algo mas fuerte, mas personal. Su verdadero deseo era enfrentar a su hermana menor, Estelle, la Santa Caída.
Pero incluso la Santa de Hierro no era lo suficientemente arrogante como para subestimar la amenaza. Sabía que, si la situación se volvía realmente catastrófica, haría lo impensable: Invocar a su maestro.
Sus palabras fueron claras y definitivas:
"Si el destino del mundo depende de esta batalla, no dudaré en llamarlo."
Aquellas palabras resonaron en la sala de guerra. Es una declaración que nadie tomó a la ligera.
Jade y Carla entendían perfectamente lo que aquello significaba. Para la Santa de Hierro, recurrir a su maestro era una humillación, un acto que ponía en duda su propia fuerza y orgullo. Pero nadie sabía con certeza qué clase de enemigo se avecinaba.
La tormenta de la guerra se acercaba sobre el Imperio De´ath. Pronto, la batalla decisiva comenzaría. Pero en el horizonte, más allá del choque de imperios y ejércitos, habían seres oscuros que acechaba, esperando su oportunidad para obtener el Santo Grial y torcer la realidad a su favor.
—Oye, ¡Carla!
Carla dejó de lado sus pensamientos y miró a su esposo, Lautaro.
—¿Qué pasa?
—Los enemigos están al frente
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Carla ante las palabras de Lautaro. Sujetó con fuerza la pequeña mano de su hija y le hizo una señal al comandante junto a ellos.
Este ordenó a los soldados que se detuvieran y concentró su atención en la misma dirección en la que estaba enfocado Lautaro. No sabían cuánto tiempo llevaban allí, pero, a lo lejos, en la base de la colina, dos figuras se recortaban contra el paisaje.
No era un ejercito. Ni siquiera formaban una unidad. Solo había dos personas de pie.
Carla apretó la mano de su hija al notar su sudor frío. No era la única que sentía miedo. Los caballeros a su espalda compartían un pensamiento en común.
"Tengo que huir."
Todos eran racionales. A pesar de la clara ventaja numérica, un terror primitivo se apoderó de ellos. Era una sensación que los transportaba de vuelta a sus días como reclutas, la primera vez que cazaron monstruos.
—¡Todos, mantengan la calma!
Ordenó Lautaro.
Su voz sonó amortiguada, como si viniera de muy lejos. Las dos siluetas finalmente quedaron expuestas. La primera era la de un hombre alto, envuelto en un manto raído. Lo que mas destacaba eran sus guanteletes rojo carmesí. La segunda era la de una mujer joven, oculta bajo una capucha, pero con unos ojos agudos y hermosos que brillaban en la penumbra.
—Cuánto tiempo sin verte, hermana mayor...
Su voz era delicada, Carla no respondió de inmediato. Lautaro fue el primero en hablar mientras intentaba tranquilizar a su hija.
—Tu y ese tipo son de por aquí. ¿Qué hacen en el territorio De´ath?
—Tiempo sin vernos, Carla... Lautaro... Mmm~ Veo que no perdieron el tiempo
Murmuró Estelle, evaluando a la pequeña Eira con una mirada curiosa.
—Si nos reconoces tan fácilmente, significa que recuerdas lo que hiciste, ¿Verdad?
Con un ligero movimiento, Estelle se quitó la capucha, revelando su rostro.
—¡Ha! Qué sorpresa. De hecho, te ves mas madura de lo que recordaba... Estelle Ironvale... La Santa de Hielo.
El viento sopló con fuerza. Nil giró la cabeza con languidez, apretando los puños con emoción. Sus huesos crujieron al moverse. Finalmente, habló mientras se deshacía de su manto.
—¿Son amigos tuyos, Estelle? ¡Ha, ha, ha! ¿Quíen diría que alguien como tú tendría amigos? Entonces, creo que debo presentarme... ¡Ha, ha, ha! Espero que nos llevemos bien. Me llamo Nill, pero me conocen como la Sombra del Mar
—Tsk... Qué molesto. Supongo que tendré que trapear el piso con ustedes
—Oye, Estelle. parece que tus amigos te odian tanto que incluso empiezan a odiarme a mí, aunque ni siquiera he hecho nada...
—Sabemos quién eres, Nill. En el Infierno se habla mucho de ti. Eres del territorio de la Gula. Acusado de asesinar a sangre fría a un noble de alto rango y de espionaje en el territorio de la Pereza. Eres una basura perversa buscada tanto en el Cielo como en el Infierno
—Un criminal clase S+, como la mocosa a tu lado
Añadió Carla, con una mueca de desdén.
—Destacas en el libro de penitencias, Estelle. El hecho de que te atrevas a aparecer en en un territorio custodiado por el Ángel de la Destrucción después de lo que hiciste... Eso demuestra que tienes agallas
Estelle y Nill fruncieron el ceño al escuchar ese título.
—Les advierto, no se metan conmigo. Mi intención no es matarlos
Sentenció con frialdad Estelle.
—Eso suena divertido viniendo de alguien que asesinó a nuestras hermanas... a su propia gente. Ahora dime la verdad, ¿Qué pretenden hacer?
Lautaro habló sin un atisbo de arrepentimiento en su voz.
*Boooom*
Una ligera explosión sacudió el aire cuando Nill liberó una fracción de su poder. Un vapor rojizo comenzó a brotar de su cuerpo.
—Estelle... Tus amigos están alterando mis nervios. ¿No sería mejor matarlos?
Eira se aferró con mas fuerza a su madre. Estelle miró a su compañero y suspiró.
—Estamos destinados a enfrentarnos. Preferiría que fuera en el campo de batalla, en dos días. Pero está bien... Solo no exageres. Si muestras demasiada fuerza, alertarás a la Santa de Hierro, que se esconde en el norte
—¡Ha, ha, ha! ¡Están más que muertos!
Un sonido ensordecedor sacudió el lugar. Un silencio ensordecedor se instalo en el campo de batalla, cuando nadie dijo más. Carla, Grito.
—¡Los tres de la retaguardia, regresen! Informen al comandante estacionado que se moverán por el oeste hacia la Capital Imperial sin esperarnos. Digan al emperador todo lo que han visto
Sin perder tiempo, Carla envió a Eria con los caballeros para que escapara, realizo algunos sellos con sus manos y apareció un pequeño perro el cual persiguió a los caballeros y se poso en la cabeza de Eria ladrando como respuesta.
Eria comenzó a llorar pensando en sus padres, Carla escucho un ruido agudo y metálico que sacudía los alrededores. Mirando detenidamente pudo ver dos destellos peleando entre si.
Eran Lautaro y Nill colisionando.
El choque sobrenatural entre la espada de Lautaro y los puños de Nill era un espectáculo aterrador. Ambos se movían con velocidad creciente, superando la barrera del sonido en cuestión de segundos. Cada golpe de Nill rozaba la cabeza de Lautaro, mientras la espada de este amenazaba con cercenarle la cabeza a su oponente en múltiples ocasiones.
Entonces, en un parpadeo, el ejercito y los combatientes quedaron separados por mas de cien metros de distancia y después habían desaparecido entrando en la ciudad.
Eria se acurrucaba en el perro que la protegía, el soldado corrió sin importar que sus piernas dolieran, tenia que poner a salvo a su joven señorita.
Carla sonrió con picardía al ver que podía pelear, era una emoción extraña, tal vez el enfrentarse a un enemigo poderoso la extasiaba o quizás, simplemente era el placer de poder acabar con la mujer que había exterminado a sus hermanas.
...