Para decidir quién comenzaría con el juego, agregamos papelitos con nuestros nombres en una bolsa de plástico, de esta forma sería algo más justo; dejárselo a la suerte.
La primera en ser seleccionada había sido Alexa, y para mi buena fortuna yo tenía que enfrentarme a ella. —Vale, me rindo, de todas maneras ya perdí.
—¿Te rindes tan rápido?— Caro amaba burlarse de los demás, era más que obvio que mi participación no duraría nada en el primer encuentro, pero si no aceptaba, era seguro que no me la podría quitar de encima por los próximos siglos.
—¿Y qué esperabas? Mínimo me hubieran dado chance de empezar en la segunda ronda— todos se empezaron a reír y sin oponerme me senté en la silla que estaba de frente a Alexa. Con el simple hecho de mirarla a los ojos ya empezaba a ganarme la risa.
—Bien, terminemos pronto con esto para no hacer chillar a la pibe— al mismo tiempo que Caro terminaba de pronunciar esas palabras, se tronaba los huesos de las manos… si no la conociera pensaría que estaba dispuesta a molerme a golpes sin ningún tipo de razón.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre un cura y el acné?— Yo solo podía negar con la cabeza, mientras apretaba mis labios y cerraba mis puños con toda la fuerza que me daba el cuerpo —que el acné se espera a que seas adolescente—
Alexa y Carolina no dejaban de mirarme, parecía que evitaban parpadear para no perderse de ningún detalle. Escuchar las risas de los demás tampoco era de ayuda en esos momentos.
—Buuu.. bien. Wherever, vamos a continuar— Carolina se esperó un momento y luego me dio la palabra. Yo ya quería llorar de la presión.
—Ok— empecé a inhalar y exhalar para tratar de tranquilizarme antes de empezar. —Una viuda se quería volver a casar, entonces puso tres condiciones; que no le pegaran, que no la abandonaran y que tuviera un monstruo entre las piernas, entonces un día tocan el timbre, la viuda abre la puerta y dice; no me digas que tú cumples con todos los requisitos…— para este punto trataba de aguantar la risa con todas mis fuerzas, haciendo una pequeña pausa para poder calmar mi mente y evitar empezar a reírme, aunque el tono de mi voz me delataba.
—Y él dice, pues mire, no le puedo pegar, porque no tengo brazos, no la puedo abandonar, pues porque no tengo piernas, y la viuda dice, y… aquellito, y el hombre responde, con que cree que toque la puerta— ya no podía más, empecé a reírme como loca al igual que los demás, y sin levantarme me serví mi primer vasito.
Alexa era una experta en ese tipo de retos, pero mi pequeña y sutil risilla era capaz de contagiar a cualquiera, pintando una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Mi ataque de risa no me permitía moverme y a Carolina no se le ocurrió otra cosa más que darme un zapé, era como si me estuviera apurando para levantarme.
Mi risa era incontrolable, ya no podía más, me empezaba a faltar el aire y ya comenzaba a dolerme el estómago. Cada que me daban ese tipo de ataques, era como si un globo se estuviera desinflando. Si no me hubiera mantenido abrazada a Héctor, habría tocado el suelo en cuanto me levante de la silla. Poco a poco lograba terminar con mi show, y el sabor tan fuerte del tequila me ayudo muchísimo.
Odiaba su sabor y esa sensación de ardor me era insoportable, sin duda solo podía aguantarlo si estaba preparado con refresco. Héctor solo se me quedo viendo por las caras tan graciosas que estaba haciendo y en cuanto termine solo empezó a burlarse imitando mis gestos.
Durante un tiempo seguimos contando chistes, unos más elevados de tono que otros, pero al final tuvimos que detenernos, ya no podíamos y el tequila ya nos había comenzado a afectar. Paris ya sabía bien qué hacer, y al vernos comenzó a cambiar las bebidas por refresco, agregando una lista de reproducción de bachata. Necesitaba bajar un poco la ingesta de alcohol, por lo que tome la iniciativa e invite a Héctor a bailar.
El tiempo pasaba como agua, y tanto Héctor como yo no podíamos cansarnos del baile, solo que había algo raro que ya no podía seguir ignorando, ya comenzaba a darme algo de miedo esa sensación. Desde hace rato que sentía como si alguien me estuviera vigilando, pero al buscar miradas o actitudes sospechosas o alguna señal de alerta, no había nada. Era demasiado extraño, no parecía como si estuviéramos a merced de algún delincuente, ni nada por el estilo. Tal vez el alcohol me había afectado mucho más de lo que creía.
Ahora que lo recordaba, Marcos había estado intentando atraer mi atención, pero por una u otra no le había prestado tanta atención.
—Oye, wey...— me dirigí a su asiento, pero para mi sorpresa él ya no se encontraba ahí. Empecé a buscarlo entre la multitud, pero nada. De momento no me había percatado de que me faltaba algo importante; mi celular. Y si la memoria no me fallaba, se lo había prestado a él.
—¡Joder, joder, joder! ¿Alguien ha visto a Marcos?— Necesitaba encontrarlo, tenía que hablarle a mi madre para que no se preocupara, ya que el reloj marcaba más de las 12 de la noche. Con un país lleno de gente caótica no era de extrañar su preocupación, así que prefería hablarle antes de que comenzara a alterarse.
Nadie lo había visto desde hace un rato, y por lo poco que logramos investigar la historia era la misma; se había salido con un grupo de desconocidos. En verdad no se podía ser más idiota.
Empezábamos a preocuparnos, no contestaba el celular, y no teníamos idea de a dónde y con quién podría haberse largado. De la preocupación y el estrés se nos había bajado hasta la borrachera.
—¿Y ahora?—
—No tengo idea, lo único razonable es ir a la policía, pero como si eso ayudara de algo— Ivona y yo intentábamos buscar soluciones, mientras los demás seguían intentando comunicarse con él. Tuvieron que pasar diez minutos, para que se le diera la gana contestar, tal vez era poco tiempo, pero para nosotros fueron horas.
Todos empezamos a reclamarle por el celular, estábamos ansiosos, asustados, angustiados, enojados, y para ese momento ya ni siquiera sabíamos que chingados estábamos sintiendo, solo teníamos ganas de querer asesinarlo.
Afortunadamente, todo estaba bien, había acompañado a unas personas a realizar unas compras en compañía de Paris. Eso fue lo único que nos pudo dar un poco de tranquilidad, saber que no estaba solo.
Carolina tomo el teléfono y se quedó un rato más hablando con Paris. Se había quedado a un lado de la entrada del bar y debido a la distancia no podíamos entender bien de que estaban hablando, solo podíamos guiarnos a través de sus gestos y movimientos, era obvio que no dejaba de reclamarle. De un momento a otro su actitud cambio por completo, se notaba sorprendida y de alguna forma emocionada, se nos hizo algo bastante extraño, sobre todo porque no paraba de voltear a mirarnos.
—¿Y esa loca qué?
—Ni idea— dio un sorbo a su bebida y continuo —en fin, déjala, igual anda planeando alguna otra tontería. Por el momento lo único que me interesa es volverme a emborrachar, y si no regresan heridos, los pienso matar— Alexa estaba enojada, y en ese estado no sabía pensar claramente.
—Dale, yo te ayudo— y como siempre Ivona haciéndole segunda, tal parecía que no podía quedarse atrás.
Carolina llegó por la espalda y nos abrazó a Alexa y a mí, prácticamente colgándose un poco de nuestros cuellos. —Vamos chicas, Paris no es mala persona, estará bien. Además, se sabe defender y tiene bastante fuerza.
—Ese no es el punto— solté un pesado suspiro antes de continuar —vamos a ser realistas, nunca sabes cuándo se te cruzará un loco o un ladrón que lleve un arma de fuego, por lo menos debería avisar… y más si se larga con gente extraña.
—Me joden este tipo de temas, pero no puedo negar que es verdad. Hace poco salias de fiesta y… regresabas dentro de un ataúd— Iv siempre lograba ocultar lo que sentía, odiaba mostrarse débil y que la gente se preocupara por ella. Eran raras las ocasiones donde se podía notar en su expresión aquello que sentía, incluso con la ingesta de alcohol era difícil leer sus emociones.
Se mantenía con la mirada perdida y fija hacia el suelo, mientras jugaba con ese vaso medio vacío que sostenía en la mano, haciéndolo girar en círculos. El ambiente se había tornado bastante incómodo, no sabía qué decir. Sentía un nudo en la garganta cada vez que intentaba hablar.
Caro no lo dudo y le dio un pequeño golpe en el hombro con el puño cerrado, provocando que se tambaleara de un lado a otro. —Parecen idiotas, pero no lo son. Si no tuvieran la seguridad de estar a salvo, jamás se hubieran alejado… Bueno, al menos Paris es una persona bastante precavida y de buena familia.
Solo eso fue suficiente para ayudarla a salir de aquel trance. Volteo a ver a Carolina, dejando ver una ligera sonrisa en su rostro. Queríamos aprovechar el momento para terminar con esa situación tan incómoda y difícil para ella, y lo único que se nos pudo ocurrir fue bromear con la situación.
—¡Dios santo! ¿Viste eso?, creo que va a empezar a llover.
—Si lo vi, fue espantoso. Déjate de eso, se nos va a inundar la cuadra.
—Nos vamos a sentir como en trajinera de xochimilco.
—Vamos a tener que contratar una lancha para…— Mientras hablábamos nos hacíamos las locas mirando para el cielo, como si realmente estuviera a punto de caer una tormenta, justo en ese momento, Ivona le acomodo un sape a Alexa en la frente, provocándome un ataque de risa.
Y antes de que Ivona pudiera hacerme lo mismo; bendito karma, me había puesto tremendo golpe en el centro del codo con la mesa al tratar de esquivarla.