Sangre en sus manos

Y– y– ye–—perdió el apoyo de sus piernas y cayó al suelo—. ¡Pl– por– por favor, no me mates!

—¿Por qué no debería hacerlo? —preguntó la voz. 

Señor Wales miró temeroso a la mujer que estaba sentada en la parte superior de un coche negro. Llevaba todo de negro y acariciaba un arma, luciendo solitaria y triste. Su hermoso rostro parecía que nunca había conocido una sonrisa. 

¡La cara se parecía exactamente a la de su segunda esposa Alicia! 

El miedo del Señor Wales no se debía a cómo se veía la cara de su esposa en este momento, sino a por qué y cómo había regresado de la muerte. ¿O acaso no estaba muerta? 

Al ver la expresión en el rostro del Señor Wales, la persona dijo; —No soy quien crees que soy, pero me alegra que aún recuerdes esta cara.

De inmediato, al escuchar eso, su cerebro se estremeció. La imagen de la mujer a la que mató su hija recién nacida en el hospital cruzó por su mente. 

—Y– y– tú eres–

—No me hagas perder el tiempo. Soy Alex, la hermana gemela de Alicia.