—No llores, Selia —Solus lanzó una mirada fulminante a Lith por su falta de empatía y fue al lado de la cama de la cazadora—. Lith y yo podemos turnarnos y hacerte compañía hasta que nazca el bebé.
—¿De verdad? —Selia sollozó.
—De verdad —Solus asintió—. Tienes mi palabra.
—Bien —Selia se sonó la nariz, recuperando la compostura en su voz—. Ryman, Fenrir, sois mis testigos. Ellos lo prometieron.
—¿Cómo? —Solus estaba atónita—. ¿Todo eso era un teatro?
—No todo, sólo las lágrimas —Selia admitió sin vergüenza, chasqueando los dedos a Protector en busca de aperitivos—. Tengo que permanecer en cama y todos deben estar en silencio. Eso es cierto.
—¿Por qué crees que no le he contado nada a nadie, ni siquiera a Elina, a través del amuleto? Porque así os sentiríais culpables por haberme descuidado y sería más fácil influenciaros.
—Esto no es más que otro de tus chantajes —escupió Solus—. Dame una sola buena razón para no retractarme de mi oferta.