—Ahora estoy listo —dijo el Come-Soles.
—¡Yo también! —Salaark aplaudió, señalando el inicio de la pelea y transformando sus amplias túnicas rojas del desierto en pantalones y camisa ajustados.
La pelea comenzó con un rápido intercambio de puños y patadas que superaron la velocidad del sonido.
Los dos contendientes se desplazaban de un lado a otro a lo largo de las Llanuras Sangrientas, montando las ondas sónicas para moverse más rápido y coordinando sus respectivos ataques para crear interferencias constructivas y destructivas.
Salaark y Tezka usaban las primeras para acumular sus propias ondas sónicas en ataques devastadores de onda expansiva y las últimas para debilitar los estruendos del oponente. Se movían a propósito por el espacio, cada punto de choque era un compromiso forzado entre ataque y defensa.
Forzado porque ninguno de ellos permitía que el otro dictara el flujo de la batalla, pero debían intercambiar golpes o estarían solo mirándose todo el día.