—Mi deber. —El Primer Vampiro respondió—. Nací en Jiera, al igual que mi esposa e hijo. Nos han obligado al exilio por la plaga y, aunque me gusta Garlen, mi familia aún extraña nuestra patria.
—Eso lo sé —asintió Lith—. Me refería a cómo puedes ir allí y dejar a Lysa y Radusk solos en Lightkeep. ¿Qué pasaría si los Tribunales No-muertos los atacan? Además, puede que seas inmortal, pero tu esposa es humana. Deberías valorar tu tiempo con ella.
—¡Da! —Elysia no tenía idea de quiénes eran las personas de las que Lith estaba hablando, pero al sentir el sentimiento en la voz de su padre, asintió.
—Ya veo —rió Vladion mientras ofrecía a la bebé un dedo que esta olfateó con curiosidad antes de darle un mordisco juguetón—. La paternidad realmente te queda bien y tienes razón. Nunca los dejaría si no fuera por mis privilegios como uno de los Primogénitos.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Lith.