—¿Cómo es posible que todavía estés en esa forma? —Solus señaló las escamas azul cielo que cubrían el cuerpo del tritón y las branquias en su cuello.
—Así. —Un movimiento de la mano de Rem conjuró una llovizna de agua que la mantenía húmeda—. Los humanos están locos. Les incomodaba mi gente y nos pidieron que usáramos ropa. Esas cosas pican y son apretadas, nos incomodan.
—Así que hemos llegado a un compromiso.
—Eso no va a funcionar en el Desierto. Además, tienes que acostumbrarte a la ropa. Andar desnudo es un gran no.
—¿Por qué? —La voz de Rem burbujeaba de enojo—. Las bestias y la gente planta hacen lo mismo y todo lo que necesitamos se puede llevar en un amuleto dimensional o un saco. ¿Qué es tan vital acerca de la ropa?
—No importa. —Solus se dio cuenta de que no iba a cambiar hábitos milenarios con unas pocas palabras, así que cambió de tema—. ¿Cómo fueron tus negociaciones con el Señor Supremo?