—Jefe... ¿estás bien? —preguntó Aiko.
La voz de Aiko sonó un poco confundida mientras miraba a Sunny con una expresión dudosa. La chica pequeña flotaba cerca del techo, revisando el inventario de su estantería de licores. Mientras tanto, él estaba ocupado cocinando y maldiciendo en voz baja.
Había muchos clientes hoy, pero Sunny ni siquiera podía manifestar un avatar para seguir el ritmo del aluvión de pedidos.
—¡Ese tercer tipo! ¡Egoísta desgraciado! —apretaba los dientes.
—¿Dónde se ha ido toda mi esencia? —pensó.
La sombra sombría, dejada a sus propios dispositivos por una vez, lo miraba burlonamente. Sunny la miraba furiosamente de vuelta.
—¿Qué? ¡Sé que somos la misma persona! ¡Es una forma de hablar, vale? —se dijo a sí mismo.
La frase "no tienes a quién culpar más que a ti mismo" nunca había sido tan conmovedora.