Mente inquieta

Los primeros clientes llegaron y el avatar se ocupó en la cocina. Sin embargo, Sunny permaneció en el porche, disfrutando del aire fresco con una sonrisa tranquila en sus labios. Los ruidos animados de la ciudad llenaban el aire como una melodía brillante.

En algún momento, se abrió la puerta y Aiko salió, vestida con un traje de negocios elegante y llevando una bolsa de mensajero de cuero sobre su hombro. La chica petite bostezó, estiró los brazos y murmuró:

—Me voy al Castillo, jefe.

Sunny la miró con una sonrisa amable.

—Estás entregando Recuerdos, ¿sabes? ¿Qué pasa con la bolsa?

Aiko lo miró con indignación.

—¿Qué sabes tú... uno tiene que parecerse a la parte para causar la impresión correcta! ¡Esos son los esenciales de los negocios!

Lo examinó con sospecha.

—Y hablando de parecerse a la parte... pareces un poco diferente hoy, jefe. ¿Eso qué es... te arreglaste el cabello?

Sunny parpadeó.

—¡No lo hice!

Aiko le dio un asentimiento sarcástico.

—Ajá... claro.