Algún tiempo después, la oficina de Cassie estaba hecha un desastre. Los daños reales no eran tan graves, pero había pergaminos y hojas de papel esparcidas por todas partes.
Las dos jóvenes mujeres estaban sentadas en el piso, respirando con dificultad. La venda de Cassie estaba un poco torcida.
Nephis la miró fijamente por un momento y luego gimió, escondiendo su rostro entre las rodillas.
Finalmente, su voz amortiguada resonó en la cámara de piedra:
—Yo... olvidé recoger mi maldito vestido...
Al escuchar eso, Cassie se animó un poco, como si sintiera una oportunidad para redimirse.
—¡Oh! No te preocupes. Él lo recogió.
En lugar de responder, Nephis lentamente levantó las manos y silenciosamente se agarró la cabeza.
Después de unos momentos de silencio, dijo:
—¿Cuándo empieza la guerra? Vamos a la guerra, Cas…
La vidente ciega sonrió.
—Claro. Iré contigo.
Hizo una pausa por un momento y luego añadió suavemente: