Los Huecos habían experimentado una transformación impresionante, luciendo muy diferentes de cómo se veían normalmente.
Todavía había una vasta y hueca extensión escondida dentro del esternón del dios muerto, sumergida en la oscuridad y cubierta por una jungla bermellón. Árboles y helechos monstruosos se alzaban como altas colinas, el denso dosel de hojas escarlatas fusionándose en un tumultuoso mar rojo. Grandes pilares de luz caían desde la inmensa bóveda de hueso blanco aquí y allá, sumiendo algunas áreas de la jungla en un tenue crepúsculo.
Sin embargo, hoy había una tormenta de lluvia en la superficie. Así que la luz no era lo único que atravesaba las grietas en el hueso: grandiosas cascadas también fluían hacia la jungla, sumergiéndose en el dosel bermellón mientras conectaban el piso del Hueco con su bóveda, como pilares espumosos.