Ahora que Sunny podía ver a través de los ojos del Santo, la sala devastada de la antigua Ciudadela se le reveló una vez más. Había cambiado drásticamente en un corto período de tiempo…
El muro exterior estaba parcialmente desaparecido, rasgado por la carga del Demonio. Astillas y escombros cubrían el piso agrietado. Las enredaderas escarlatas y las raíces de los árboles que se habían asomado desde el techo estaban diezmadas, llenando el aire con una dulce fragancia mientras sangraban savia viscosa —y sin duda tóxica.
Todo se estaba ahogando en oscuridad.
Antes, Sunny siempre había visto la oscuridad como una nube ondulante de nada —una barrera negra impenetrable que era uniforme e inalterada, oscureciendo el mundo de sus sentidos. Sin embargo, ahora, lo veía bajo una nueva luz… o más bien, lo opuesto a la luz.