Unos momentos después, la Hermana de Sangre escapó de la marea de abominaciones, deslizando docenas de metros hacia atrás en la superficie resbaladiza del antiguo hueso. Al detenerse justo detrás de los de la primera línea, se enderezó con calma, su hermoso rostro manchado de sangre... ninguna de la cual era suya. La sangre también goteaba de sus manos, empapando los bordes de sus mangas. Sus ojos, sin embargo, estaban inquietantemente tranquilos, como si no acabara de perpetrar una brutal masacre en medio de una horda frenética de Criaturas de la Pesadilla y luego escapar ilesa. Sus prendas carmesí no tenían desgarrones, y su expresión era fría y sin emociones.