Morgan abrió los ojos en la oscuridad. Se había quedado dormida mientras estaba sentada en el frío piso de piedra, con la espalda apoyada en una losa de piedra desmoronada. El viento aullaba al pasar a través de las ruinas del torreón principal, y la pálida luz de la luna se derramaba a través de los agujeros abiertos de su bóveda parcialmente colapsada.
Respirando profundamente, se apoyó en su espada y se puso de pie.
Su capa bermellón se había convertido en harapos, y su armadura negra estaba rota y maltrecha. Descartando ambos Recuerdos para darles un tiempo para repararse, Morgan sintió un viento frío acariciar suavemente su piel. Era una sensación placentera, especialmente después de días pasados en frenéticas batallas.
Su túnica negra revoloteaba ligeramente, revelando lo llena de desgarrones que estaba, la mayoría de ellos encrustados por sangre.
Suspiró y escuchó los sonidos del castillo en ruinas, tratando de evaluar si había alguna amenaza inmediata.