Como los hijos del Rey de Espadas estaban atrapados en un sangriento punto muerto, también lo estaban los dos grandes ejércitos.
Tanto las Fortalezas Mayores como las Menores se negaban a caer. A pesar de las terribles batallas que se libraban sobre los oscuros abismos, el Ejército de Canción se mantenía obstinado.
La ceniza y la sangre cubrían la superficie impoluta del hueso blanqueado por el sol. La cantidad de vidas humanas perdidas era espantosa, y lo peor de todo, la muerte de incontables soldados parecía sin sentido: después de todo, ninguno de los lados había logrado obtener una ventaja decisiva, y no parecía que eso fuera a cambiar pronto.
Algo tenía que romper el temible estancamiento. Los soldados de rostro ceniciento sentían una extraña tensión que permeaba el aire, como si un cambio repentino estuviera por venir... o quizás era solo lo que esperaban.