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Yunque estaba bien, al menos físicamente.

Sin embargo, toda su personalidad parecía haber cambiado, o al menos haber retrocedido. Parecía no estar del todo ahí, todavía. No lucía aturdido o confundido, sino más bien… vacío.

Como si la misma esencia que lo hacía ser quien era hubiera sido, si no borrada, al menos perdida.

Al mismo tiempo, de vez en cuando, exhibía destellos de su antiguo yo, lo suficiente como para convencer a Jest, Madoc y a la joven Gwyn de que era verdaderamente e indudablemente Yunque de Valor, el gobernante de Bastión.

Era por los pequeños y sutiles detalles que solo aquellos que lo conocían bien reconocerían. Las pequeñas peculiaridades de su habla, la postura rígida de sus hombros, la manera en que sonreía de forma reservada, pero confiada: todo resultaba perfectamente familiar, incluso en este estado extraño y preocupante.