Después de recoger y probar incansablemente las píldoras de un anillo espacial tras otro, Tian Yang finalmente sintió un cambio en su cuerpo al consumir una píldora del décimo y último anillo.
Al principio, se preparó, esperando un aumento de energía espiritual, tal vez un incremento en su cultivación o fuerza física. Sin embargo, lo que experimentó fue algo diferente: un agudizamiento de su mente.
Era similar a los efectos del agua de la cascada, pero más concentrado. Sus pensamientos se volvieron más claros, más refinados, como si una niebla que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba ahí se hubiera disipado. Cada detalle a su alrededor se volvía más vívido, y su comprensión de su entorno aumentaba, casi como si la fuerza de su sentido divino se hubiera ampliado cien veces.
Dado que el décimo anillo espacial tenía píldoras que realmente funcionaban, Tian Yang lo puso a un lado y aparte de los otros anillos en caso de que los necesitara.