Después de matar al Leviatán Volador, Tian Yang se dio la vuelta y tranquilamente regresó a su habitación. No anunció su hazaña ni se quedó para presenciar las consecuencias.
Mientras tanto, los pasajeros permanecían en un estado de pánico, sin saber que la amenaza ya había sido resuelta. Sin inmutarse por la conmoción continua, Tian Yang simplemente retomó su cultivación, como si nada hubiera ocurrido.
Finalmente, la voz del capitán resonó a través del barco una vez más, teñida de confusión.
—No sé cómo decir esto, pero parece que el Leviatán Volador ha desaparecido. Estamos a salvo por ahora...
El anuncio hizo poco para calmar a los pasajeros, si acaso, solo profundizó su desconcierto. Un Leviatán Volador no era una criatura que simplemente perdiera interés o abandonara a su presa. Una vez que había puesto sus ojos en algo, lo perseguía sin descanso hasta que él o su objetivo fueran destruidos.
Sin embargo, contra toda lógica, la amenaza había desaparecido sin dejar rastro.