—Sin embargo, lo que dejó a Yamino sin recursos fue que todos esos negocios pertenecían a Rockefeller.
—Ahora, la verdadera pérdida no era suya, ¡sino de Rockefeller!
—Esto era lo que más le preocupaba.
—Después de todo, causar pérdidas a Rockefeller sería mucho más aterrador que causárselas a él mismo.
—Se sentó en el sofá, reflexionando cómo manejar este asunto.
—Pero antes de que pudiera llegar a una conclusión, sonó su otro teléfono.
—Cuando escuchó el timbre de su teléfono, no pudo evitar tomar una profunda respiración y contestó la llamada.
—¿Hola? —Era la voz de Asya.
—¿Por qué me llamas, Asya? —preguntó con cautela.
—Olvídate de las formalidades. El señor Long acaba de recibir noticias de que una gran cantidad de tus clientes han sido misteriosamente arrebatados por alguien más. Está bastante enojado con esto, así que debes resolver este asunto rápidamente —dijo Asya directamente.