El trueno y el relámpago rugían, arcos eléctricos se cruzaban en el aire, liberando una luz deslumbrante. La colisión de oscuridad y energía dorada provocaba intensas corrientes eléctricas, encendiendo chispas y haciendo que el cielo pareciera el fin de los días.
El suelo también sufrió un impacto violento, con grietas en la tierra y rocas que colapsaban formando un terreno traicionero. Las masivas ondas de choque de energía se extendieron, destruyendo edificios circundantes y paisajes naturales.
El aire estaba lleno de un calor abrasador y explosiones ensordecedoras mientras las fluctuaciones de energía se descontrolaban, envolviendo todo en su camino.
La tormenta continuaba con furia, los vientos aullantes levantando tierra y polvo, creando una escena nebulosa. El flujo de energía entre el cielo y la tierra era extremadamente violento, formando vórtices y remolinos que distorsionaban el espacio más allá del reconocimiento.