Fue empujado brutalmente por algo que ni siquiera pudo observar y mucho menos sentir, pero cuando fue muy tarde. Su cuerpo giró en el aire antes de caer al suelo, mientras eso pasaba, en la mente de Heim pasaban mil cosas a la vez, siempre se creyó que tenía algo especial, no cualquiera sobrevive a dos bestias horripilantes sin entrenamiento, pero realmente le faltaba experiencia, práctica. ¿De qué servía la teoría si no se iba utilizar en toda su vida?
— En alerta — gritó Xavier, quien dio un gran pisotón para luego crear un pilar de tierra que golpeó a Heim en la espalda, impidiéndole caer totalmente. "Mierda, mierda" pensaba el chico, quien estaba siendo brutalmente apalizado por el hombre.
Apenas tocó el suelo, Heim se levantó e impulsó para comenzar a correr alrededor del hombre, Xavier no desgastaba tiempo en tonterías, puesto que apenas notó como el chico corría alrededor suya, creó piedras flotantes que iban disparadas siguiendo al joven, al ver que no parecían perderle de "vista" el chico usaba los cúmulos de tierra como escudos para que recibieran el impacto por él, el sonido de la tierra separándose le alertaba cuando Xavier intentaba hacer un pilar, además de que se podía diferenciar en qué punto sería, puesto que comenzaba a resquebrajarse el suelo.
Heim evitaba esos lugares con todo lo que podía, pero no sería capaz de correr para siempre, necesitaba urgentemente un arma, algo con lo que golpear. Pero en su alrededor no parecía ser que hubiese algo, así que recogía rocas al azar y las lanzaba al moreno, Xavier las esquivaba como si de una pelota se tratara, aunque el chico las lanzaba con todas sus fuerzas. — ¡Esto es injusto! — exclamó, claramente en desventaja.
— La vida no es justa, lo sabes, ¿y aún así te quejas? — Xavier sonrió con cierto grado de picardía, como si intentara molestar al joven, cosa que parecía funcionar porque se quedó quieto un breve segundo, segundo suficiente para recibir un golpe de un pilar que no le dio chance a escapar, fue directamente a su estómago, sacándole el aire, como si un saco de hierro lo golpease... Quizás exagerando un poco, pero así lo sintió el pelinegro.
Heim se dobló sobre sí mismo, llevándose instintivamente las manos al estómago mientras su cuerpo se inclinaba hacia adelante. Su visión se nubló por un instante, y la sensación de ardor en su pecho le dificultó recuperar el aliento. — ¡Mierda! — escupió entre jadeos, tambaleándose hacia atrás.
Xavier no le dio tregua. Con un simple chasquido de los dedos, el suelo bajo los pies de Heim se estremeció. Antes de que pudiera reaccionar, una columna de roca se elevó y lo lanzó por los aires. Su espalda chocó contra el suelo con un golpe sordo, levantando una nube de polvo a su alrededor. — ¿Ya te diste cuenta? — La voz de Xavier resonó en el campo de entrenamiento. Caminaba con calma, su expresión relajada, casi divertida mientras fumaba un cigarro. — No puedes ganar sin recursos. Sin armas. Sin estrategia. —
Heim apretó los dientes, levantándose con torpeza. Su cuerpo temblaba, pero aún podía moverse. Eso era suficiente. Miró a su alrededor en busca de algo, cualquier cosa que pudiera usar a su favor. Rocas, tierra, nada útil.
Heim respiró hondo, obligándose a ignorar el dolor en su cuerpo. No tenía armas, ni entrenamiento adecuado, pero tenía su resistencia. Su fuerza. Quizás no era suficiente para ganar, pero sí para resistir. Xavier exhaló una bocanada de humo, observándolo con la paciencia de un depredador.
— Sigues de pie. Supongo que eso es algo. — Heim escupió al suelo, salió algo de sangre, pero no dejó que eso le asustara, estos días había sido herido peor, flexionando las piernas. No podía permitirse quedarse quieto. Si quería resistir, tenía que moverse.
Sin previo aviso, corrió de nuevo, pero esta vez no en círculos. Se lanzó de frente contra Xavier, aprovechando la velocidad que su cuerpo sobrehumano le proporcionaba. El moreno sonrió con diversión y, con un gesto despreocupado, hizo que el suelo se alzara para interceptarlo.
Pero Heim estaba listo. En el último momento, saltó con toda la potencia que sus piernas le permitieron. Su cuerpo surcó el aire como un proyectil, evitando el pilar que emergió donde debía haber estado. En un parpadeo, estaba justo encima de Xavier, con su puño descendiendo a toda velocidad.
Xavier levantó una ceja, sorprendido por la osadía del chico.
El puño de Heim cayó como una piedra. Xavier apenas tuvo tiempo de cruzar los brazos para recibir el impacto. El suelo bajo sus pies crujió cuando la fuerza del golpe se descargó sobre él. Heim sintió el choque recorrer su brazo, un dolor sordo que le indicó que no había sido suficiente.
— No está mal — dijo Xavier, deslizando sus pies hacia atrás para absorber el impacto. — Pero aún eres muy predecible. —
Antes de que Heim pudiera reaccionar, el suelo explotó bajo sus pies. Un torrente de rocas y polvo lo catapultó hacia atrás, estrellándolo contra el suelo con un ruido seco. Heim rodó, su cuerpo entumecido por la serie de golpes.
Se forzó a levantarse de nuevo.
Dolía.
Mucho.
Pero su cuerpo aún respondía.
— ¿Sigues? — Xavier rió entre dientes, tirando el cigarro al suelo y aplastándolo con la bota. — Veamos cuánto más puedes aguantar. — Heim apenas podía mantenerse en pie, pero sus piernas se flexionaron de nuevo. Su cuerpo estaba al límite, pero había algo dentro de él que se negaba a rendirse.
No tenía armas, no tenía una estrategia clara, pero sí tenía determinación. Y si la victoria estaba fuera de su alcance… entonces se aseguraría de que Xavier también lo sintiera.
Heim escupió sangre al suelo. Su respiración era pesada, su cuerpo dolía en cada fibra, pero sus piernas seguían firmes. La adrenalina le nublaba la fatiga y su mente hervía con una única certeza: debía moverse. Si se detenía, perdería.
Xavier lo observaba con una mezcla de diversión y curiosidad. No esperaba que siguiera en pie después de tantos golpes.
— ¿No vas a rendirte? — preguntó con un tono casi burlón.
Heim no respondió. En lugar de eso, flexionó las piernas y corrió de nuevo, esta vez zigzagueando para dificultar los ataques de Xavier.
El suelo volvió a resquebrajarse y, como antes, pilares de piedra surgieron para interrumpir su avance. Heim saltó uno, rodó bajo otro y usó su impulso para seguir adelante. La distancia entre ellos se acortaba.
Xavier chasqueó la lengua, alzando ambas manos. Esta vez, una docena de rocas flotantes se dispararon hacia Heim como proyectiles.
— ¡Mierda! — Heim apenas tuvo tiempo de reaccionar. Se lanzó al suelo en una barrida improvisada, sintiendo el viento silbar sobre su cabeza cuando las piedras pasaron a escasos centímetros. Una le rozó el hombro, arrancándole un gruñido de dolor.
Pero no se detuvo.
Aprovechando la inercia, se impulsó con un brazo y giró sobre sí mismo, lanzando una patada baja a la pierna de Xavier.
El golpe conectó.
No fue lo suficientemente fuerte como para derribarlo, pero sí para desestabilizarlo. Xavier frunció el ceño, sorprendido. Heim aprovechó su vacilación para impulsarse de nuevo, esta vez con el puño listo para golpear su rostro.
Pero Xavier reaccionó rápido.
Antes de que Heim pudiera conectar su golpe, una onda de presión sacudió el suelo. Un muro de roca emergió de la nada, golpeando a Heim en el torso y lanzándolo hacia atrás como una muñeca de trapo.
Su espalda chocó contra el suelo, el impacto le robó el aire de los pulmones. Tosió, tratando de inhalar, su visión nublándose por un instante.
Xavier suspiró, sacudiendo la cabeza.
— No está mal. Tienes agallas. — Caminó hacia él con pasos tranquilos. — Pero solo eso no es suficiente.
Heim intentó levantarse de nuevo.
Su cuerpo protestó.
Xavier levantó una ceja, su expresión volviéndose más seria.
— Sigues de pie… Eso es bueno. Pero dime, chico, ¿cuánto más crees que puedas aguantar antes de que tu cuerpo te traicione?
Heim no contestó. No porque no quisiera, sino porque toda su energía estaba enfocada en mantenerse en pie. Sus piernas temblaban, su visión se oscurecía en los bordes.
Pero aún no se caía.
Y mientras siguiera en pie, la pelea no había terminado.
Xavier dejó escapar un suspiro, casi decepcionado.
— Bien, ya es suficiente.
El suelo bajo los pies de Heim se estremeció de nuevo. Esta vez, no fueron pilares ni proyectiles de roca. Fue algo más brutal, más definitivo.
El terreno entero pareció colapsar por un instante, como si la tierra misma se desplomara. Antes de que pudiera reaccionar, un puño de piedra del tamaño de su torso emergió de golpe bajo él, impactándolo directamente en el abdomen.
El mundo se volvió un borrón.
Su cuerpo se elevó por los aires como si no pesara nada, la fuerza del impacto le sacudió cada órgano, y por un instante, todo sonido desapareció. No sentía el suelo bajo sus pies. No sentía nada más que el vacío y el dolor punzante en su estómago.
Entonces, la gravedad reclamó su derecho.
Cayó.
Y Xavier ya lo estaba esperando.
Cuando su cuerpo descendió, el hombre giró sobre su eje, descargando una patada giratoria que impactó de lleno en su costado. El sonido del impacto fue seco, brutal. Heim fue enviado como un proyectil contra el suelo, levantando una nube de polvo al chocar contra la tierra.
Dolor.
Era todo lo que sentía.
No pudo moverse. No pudo respirar. Su cuerpo simplemente no respondía.
Boca abajo en el suelo, su visión se nublaba con manchas negras. Su consciencia tambaleaba en el borde del abismo. Intentó aferrarse a la realidad, pero era inútil.
Xavier se acercó lentamente. Se detuvo a su lado y lo observó en silencio por unos segundos. Luego, con un tono casi casual, dejó escapar un susurro.
— Y eso es todo.
Sin más, se giró y comenzó a caminar. La pelea había terminado.