El umbral de la puerta se sentía como una barrera infranqueable.
Heim se quedó de pie frente a ella, con la mano suspendida a medio camino del picaporte. Su garganta se apretó, su mente inundada de recuerdos que preferiría no revivir. La sangre empapando el suelo. El hedor del metal oxidado. Los cuerpos inertes en el pasillo, algunos conocidos, otros irreconocibles.
No era la primera vez que volvía a casa, pero ahora se sentía diferente a cuando regresaba de clases, se sentía en un universo distinto, seguía sintiendo que lo sucedido esa noche era irreal, y que su madre volvería del trabajo en algún momento. — Si piensas quedarte ahí toda la noche, te juro que te cargaré como un saco de papas y te meteré a la fuerza. — el comentario de Samantha lo sacó de su trance. Se giró apenas para verla con los brazos cruzados, una ceja arqueada y una sonrisa divertida en los labios.
—No dudaría que lo intentaras. —Su voz sonó más cansada de lo que esperaba. —¿Intentarlo? No, lo haría. — antes de que pudiera reaccionar, Samantha se colocó detrás de él y le dio un empujón con ambas manos. No fue fuerte, pero sí lo suficiente como para hacerle perder el equilibrio y dar un paso dentro de la casa.
—Oye... —comenzó a protestar, girándose con una mirada de reproche. Él giró la cabeza para lanzarle una mirada de reproche, pero Samantha solo le guiñó un ojo antes de cerrar la puerta detrás de ellos.
El pasillo estaba en penumbras, iluminado solo por la tenue luz de la calle filtrándose por las ventanas. Heim sintió su respiración volverse más lenta mientras sus ojos recorrían las paredes, los rincones... los lugares donde la sangre se había acumulado aquella noche. Ya no había absolutamente nada, aquellos que limpiaron su hogar sin duda hicieron un buen trabajo, sin embargo, Heim no se sentía cómodo actualmente estando allí, ya que su cuerpo se tensó.
Samantha pareció notarlo, porque, sin decir nada, se acercó y rodeó su torso con los brazos en un abrazo firme. — Estás en casa. Respira. — el calor de su cuerpo lo ancló al presente. Heim cerró los ojos y exhaló, sin saber por qué se sentía cómodo si no se conocían demasiado. Aunque la sensación de estar con alguien era reconfortante. — Lo sé. —
El silencio se prolongó unos segundos antes de que ella se separara, dándole una palmada en la espalda.
— Vamos, ya es tarde. No quiero que me culpes si mañana te quedas dormido en clase. — la idea de volver a estudiar después de todo lo que había pasado le resultaba absurda. Sin embargo… no tenía otra opción. Heim asintió con pesadez y ambos subieron las escaleras.
Frente a la puerta de su habitación, se detuvieron un momento. Samantha le lanzó una mirada de reojo antes de sonreír con un deje de picardía. — ¿Quieres dormir solo? ¿O acaso buscas compañía para asegurarte de que no haya monstruos bajo la cama? — Heim la miró con una mezcla de cansancio y fastidio.
— Buenas noches, Samantha. — ella soltó una risita y levantó las manos en señal de rendición, aunque claramente se burlaba del chico — Está bien, está bien. Que duermas bien, Heim. —
Se giró para irse, pero antes de cerrar la puerta de su habitación, le lanzó una última mirada. Esta vez, sin bromas ni sonrisas. La chica castaña entró al cuarto de invitados que no solía usarse demasiado, Heim le había preguntado si necesitaba algo antes, pero al saber que no, se quedó en un breve silencio. — Oh, de verdad… me alegra que estés aquí. — no esperó respuesta. Solo cerró la puerta tras de sí. Heim se quedó mirando el pasillo por un momento antes de entrar a su propia habitación.
Esa noche durmió mejor de lo esperado.
La mañana llegó demasiado rápido.
El sonido insistente de su despertador le taladró el cráneo, obligándolo a abrir los ojos con esfuerzo. Por un momento, consideró seriamente ignorarlo y darse la vuelta.
Pero la realidad era inescapable.
Tenía que volver a la escuela.
Con un gruñido, se obligó a sentarse en la cama y se pasó una mano por el rostro. Se sentía como si no hubiera descansado en absoluto, cuando se levantó, pasó por la habitación de Samantha antes de ir al baño. La encontró profundamente dormida, enredada en las sábanas, con la boca ligeramente abierta y un hilo de baba escapándose por la comisura de sus labios.
Heim sintió una sonrisa asomarse en su rostro, apenas pudo sacó su teléfono y tomó una foto, asegurándose que no tuviera sonido ni flash encendido — Esto me servirá después. — murmuró, guardando el móvil en su bolsillo. Samantha no tenía idea de lo que acababa de ocurrir.
Heim salió de la habitación y se dirigió al baño para darse una ducha. La sensación del agua caliente relajó sus músculos tensos, pero su mente seguía revuelta.
Volver a la escuela después de todo lo que había pasado… no sería fácil.
Pero tenía que hacerlo, porque él sabía que al final del día, la vida no se detenía.
...
El timbre se escuchó, antes para él eso era una molestia cotidiana ya que marcaba el inicio de un extenso horario de flojera en el que seguramente no prestaría atención ninguna.
Ahora era distinto, lo cotidiano de ese sonido lo alegró de alguna forma, haciéndolo sentir normal. Estiró sus manos en el pequeño pupitre y bostezó, sin saber que las miradas se clavaban en él por un momento.
Después de todo, en el barrio tranquilo hubo una masacre. En su casa.
Los murmullos llenaban la sala.
Para Heim, eran como un murmullo lejano y confuso. Pero con su audición mejorada, cada palabra era tan nítida como el sonido de una gota cayendo.
—¿De verdad sobrevivió a todo eso?—Tal vez tiene algo que ver con lo que pasó…—No parece diferente, ¿no?
Lo ignoró. ¿Por qué gastar energía en cosas como esa cuando estaba pasando por algo mucho peor? Con eso en mente, las horas pasaron volando hasta el descanso, cuando se dirigió al baño, una voz lo detuvo.
—¡Oye, tú! — Heim se giró con lentitud, curioso de que alguien se dirigiera a él, preguntándose si aquellos que hablaban en sus espaldas por fin se atreverían en decirle algo de frente, pero cuando vio quién era, se sorprendió. Un niño rechoncho de primer año lo miraba con expectación, ¿cómo sabía que era de primer año? Tal vez su estatura tan estereotipada y acné juvenil.
—Tú eres Heim, ¿verdad? — la pregunta era innecesaria. Claramente lo era, ¿quien más aparte de él tenía un nombre extraño en un idioma ajeno? Bueno, él no conocía a nadie más similar a él.
El chico se acercó con entusiasmo, sacando su teléfono con las manos temblorosas. —¡Dame una foto contigo! —
Heim parpadeó, confuso. Él no era exactamente la definición de famoso, así que no sabía por qué alguien quisiera una foto suya.
—¿Qué?
—Eres el que peleó contra la abominación, ¿no? Todos en la escuela hablan de eso. ¡Eres como un héroe o algo así! —
Héroe. La palabra le supo amarga, tampoco es que haya peleado, solo pudo huir por unos momentos, llevándose la atención de la bestia hasta que Xavier llegó.
Pero en lugar de discutir, simplemente exhaló y se encogió de hombros.
—Eh, adelante entonces —
El niño sonrió de oreja a oreja y tomó la foto.
—¡Gracias! ¡Gracias, Heim! —
Sin esperar respuesta, el chico salió corriendo, probablemente para presumir su "hazaña".
Heim se quedó ahí, viéndolo desaparecer entre la multitud.
Héroe, ¿eh?
Con una risa seca, entró al baño, ojalá él pudiera haber sido un héroe más fuerte.
Aunque la escuela había sido destruida en ciertos lugares, con la tecnología actual y la diversidad de dones que existían en el mundo, rehacerlo no fue difícil, pero si costó una gran suma de dinero.
Xavier no le comentó que el gobierno había apoyado la reconstrucción, tal vez por eso mismo no llevó más de unas semanas, aunque el tiempo que pasó recuperándose y vagando en sus pensamientos también había sido algo.
Notando que estaba perdido en sus pensamientos, viendo un grifo de agua, se lavó la cara con rapidez y salió del baño. Mandándole un mensaje al moreno.
[¿Cuándo será el próximo?]
Llegó, pero no hubo visto ni respuesta inmediata, ignorando eso. Heim decidió seguir con su día normal.
Volvió al salón de clases sin saber exactamente qué hacer, vagando en el teléfono mientras esperaba que el profesor llegara para tener algo con qué entretenerse, no todo en la vida eran peleas y mantenerse con vida de cosas extrañas que atentaban con su existencia. Eso lo alegró.
[Destrucción y remodelación de la tienda...] [Se encuentra mazmorra oculta en el monte Tsizan]
[¡Nueva subraza de goblin! ¿Qué misterios aguardan las extrañas mazmorras?] Entre noticias impresionantes, se sentía un poco melancólico, siempre hacía esto cuando se sentía sin un rumbo fijo más allá de su monotonía, y ahora que esta fue rota en pedazos, lo único que se mantuvo con él fueron leer las noticias del mundo.
Se preguntaba cuánto faltaban para las vacaciones de invierno, puesto que en esa fecha, se cumplirían los 6 meses y sin duda sería elegido para la prueba por venir, él y quien sabe cuantos más. — Agh, que dolor de cabeza —
Guardó su teléfono y se recargó en el pupitre para descansar un poco, ya con mente lo que haría más tarde. Visitar a un viejo, literalmente, conocido.