Penitencia
"La ciudad se había vuelto tranquila, quizá demasiado. Podía sentir como se me hacía un nudo en el estómago, tenía un mal presentimiento y, al final, tuve razón. Takeshi y aquellos acadianos eran mucho más de lo que podría masticar".
En la mañana del día siguiente, estaba entrenando en la habitación del hotel. Principalmente meditando y trazando runas, mientras estudiaba sus efectos en el descanso, con suerte pronto tendría suficiente comprensión de la runa de condensación como para ser capaz recrear el control de agua.
«No será suficiente, a este ritmo, terminaré mordiendo el polvo antes de poder correr a gusto».
La técnica más fuerte que tenía de momento, era sin lugar a dudas el estado rúnico que me enseñó Yao. El concepto, que seguía solo lo podría comprender alguien como él, aplicaba formas de control de ether nunca antes vistas gracias a su status como irregular.
Al menos eso fue lo que entendí, pero como nunca experimenté con el chi, era imposible que yo sintiese aquello. Sin embargo, comprendía la sensación del estado rúnico, si eso era similar de alguna manera, si podía usar esa energía para mejorar, entonces no tendría reparo en hacerlo.
Aprovechando que el resto descansaba, me tiré por la terraza de la habitación y usando las alas de Aleph me desplacé lejos de la ciudad, solo fueron uno cien metros a lo sumo, con la distancia establecida sería poco probable que mi entrenamiento afectara algo o a alguien.
Respiré profundo y primeramente entrené mi cuerpo bajo el régimen usual, no lo había hecho en un tiempo, así que tardé más de lo esperado. Con los músculos adoloridos y agotado, me detuve a meditar con el estado rúnico activado.
«Este dolor… lo primero que debo hacer es eliminarlo».
Supuse, en el momento, que la energía trataba de abandonar el cuerpo, pero el método era ineficiente y el proceso de extraer aquella energía era lo que causaba el dolor. Me concentré en estabilizar la caótica energía y conducirla de manera eficiente.
Era más fácil decirlo que hacerlo, al cometer un solo error la energía se salía de control y causaba un gran impacto al cuerpo, no solo eso, la carga mental causaba somnolencia y una migraña casi insoportable.
Por suerte o desgracia, no era nada a lo que no estuviese acostumbrado, los entrenamientos de Yao solían ser así de rigurosos, solo podía aguantar la carga física que imponía el extraño método de entrenamiento que usaba gracias a la resistencia que adquirí en mi tiempo con Hideaki.
Tras un punto mi cuerpo se entumeció y empecé a perder la percepción del tiempo, lograba sacar la energía, pero, la mayoría se desperdiciaba y perderla me iba agotando. Eso, hasta que se me ocurrió una forma de mantenerla.
Por mero impulso, tracé la runa de condensación entre las palmas de mis manos, las plantas de mis pies, mi pecho, estómago y frente. De aquellos puntos de alta concentración de energía, logré enviar el ether de una forma constante y regulable hasta el exterior del cuerpo.
El problema era que hacer con toda esa energía, se notaba que su concentración era mayor a la del ether común, eso acompañado de que su color era blanco y con tonos rojos, similar al tono de la forma astral de Shyun.
Cuando traté de hacerlo fluir como lo haría con cualquier hechizo a distancia, dejó de obedecer tras alejarse un metro. Era algo extraño, a diferencia del ether común al sostenerlo parecía como sostener lodo, cuando daba la orden que alguna vez usé para crear plataformas, este se solidificaba cuál roca.
La distancia era baja y, aunque poderoso, no se me ocurrían demasiados usos para darle. Sin muchas ideas, continué entrenándolo de a poco, tras un tiempo y con el dolor desapareciendo de a poco, logré descubrir otra propiedad de aquella forma peculiar de ether.
Era demasiado poderoso.
Por curiosidad, lo pasé por una formulación rúnica simple: Sylph, Ifrit, Aion y una orden de potencia. El resultado fue una llamarada negro azabache que incendió todo en cuanto la distancia del cuerpo estuviese cerca.
«Aun así, parece más débil que la técnica que me mostró Shyun».
Algo extraño fue, que aquel fuego no me causaba daño alguno, ya no se trataba de que me protegiera usando ether, no causaba daño en absoluto. Pero, a cambio, pagué un precio bastante caro.
Para mi sorpresa, las piernas se me rindieron, jadeé fuertemente y me sentía débil, era similar a cuando perdía mucha sangre, decidí detenerme de usar demasiado de aquel ether extraño. Estaba claro que era algo que necesitaba para vivir.
«¿Así es como se siente usar chi? Es demasiado extenuante… lo mejor será limitarme a usar el estado rúnico».
Perdí el tiempo recostado con la vista al cielo, todo estaba nublado, como si una tormenta se estuviese acercando.
[...]
Cuando regresé de mi tiempo aislado, había logrado mejorar un poco el estado rúnico, aunque no lo suficiente como para usar la flecha que me enseñó Shyun, con solo tratar de conjurarla, mi cuerpo estuvo inútil por casi un día entero.
En total, estuve sin dormir ni comer durante casi una semana entera, para cuando regresé a la ciudad eso empezó a cobrar factura, en cuanto volví a la posada me dejé caer en la primera cama que logré divisar.
Abrí los ojos sin saber que hora era ni cuanto tiempo me había dormido, recostada enfrente mío estaba una hermosa mujer de piel blanquecina, cabello negro corto y con rostro de ángel. Salté de la cama asustado y con el rostro enrojecido, por suerte ella parecía estar dormida.
«Lo siento, Shizu».
Me golpeé la cabeza para mantenerme cuerdo y bajé a buscar algo de comer. Aún así, mi mente permanecía intranquila.
«Si eso vuelve a pasar me vuelvo loco… espero que no esté molesta conmigo».
Caminé lentamente por las calles hasta encontrar algún local, apenas y estaba saliendo el sol, por lo que no había mucho por escoger. Al final, terminé comiendo pescado asado acompañado por algo de ron.
Mientras comía, una presencia ominosa entro al local. Era un hombre de personalidad alegre cuyo cabello era café claro. Llevaba una espada corta envainada en su cinturón y otra en su espalda.
Hablaba con un extraño acento similar al de Livina, era un acadiano… y uno bastante fuerte.
Aparté la mirada y me centré en comer, por desgracia, el desgraciado se sentó en la silla del lado. Ordenó casi una tonelada de comida y bastante cerveza, mientras tanto traté de no destacar, lo que menos quería eran problemas.
Incliné el rostro al lado contrario, si él llegaba a ser un mártir, seguramente me reconocería al parecerme a los ejecutores.
—Es raro, nunca había visto a un ejecutor tan callado, ¿no lo cree, señor cocinero? —dijo con una sonrisa dibujada en el rostro.
Salté lejos de la silla y activé el estado rúnico, no me convenía luchar contra él, su presencia era demasiado fuerte. Como mucho tenía que limitarme a distraerlo.
Observé con detenimiento, él tomó una jarra de cerveza y caminó lentamente mientras la tomaba, estando a un metro de mí, la tiró hacia mi rostro y, en cuanto desvié el ataque, escupió al suelo asqueado.
—¿Cómo se atreve un maldito ejecutor a aparecer en mi presencia? —gritó, su alegría y serenidad habían sido abandonadas. Ya estaba borracho.
Se lanzó a tirar un puñetazo, esquivé gracias a las alas y no tardé en darme cuenta de la fuerza que poseía aquel hombre. Con un golpe sin fuerza, la onda expansiva logró el edificio que estaba detrás.
Cuando vio a las personas asustadas les lanzó una moneda de platino y luego volvió a fijar su mirada sobre mí.
—Bien, ya calenté suficiente.
Cuando desenvainó la espada corta, emanó una sed de sangre tal, que me vi obligado nuevamente a darlo todo en un combate. No podía escapar.
—¡Ayuda, Shyun!
El espíritu se encargó de apoyarme en el control de las alas y la defensa, como de costumbre, yo me centraría en el ataque.
Bastó con un suspiro para que aquel hombre atravesará mi brazo derecho con una estocada. Le retuve la mano y disparé una flecha de Ifrit a quemarropa, el daño fue leve, un pequeño rasguño, pero, solo me demostró que el poder era insuficiente.
Sacó la espada lentamente, continué disparando y no parecía afectarle. Un silencio mortal se apoderó de la zona, aquel hombre simplemente recibía los ataques como si nada le importara.
—Tú, un simple aventurero dorado, ha logrado dañarme… Tal parece que, no te tomé en serio. Permíteme disculparme por eso, ejecutor.
»Yo, Ruadán, santo de la espada y compañero de Brigid, respetaré tu fuerza en este momento.
Desató la vaina que colgaba de su espalda, la ató al cinturón y desenvainó lentamente aquella espada, eso mientras yo me alejaba a gran velocidad.
Como si fuese la estela de una estrella fugaz, el hombre apareció detrás de mí en un parpadeo y, no dudo en propinar una patada que me dejó estampado contra el suelo. Traté de concentrarme, cerrando las heridas con el fuego de Ifrit, pero, aquel que sostenía la espada santa color bermellón, yo, no era rival para él.
Sin opciones, forcé el uso de energía del estado rúnico, podía sentir una mayor claridad del mundo, una percepción que me permitía ver leves líneas de distinto colores que provenían del oponente.
Su espada seguía una de las líneas, pero, estás, desaparecían con cada movimiento, se reformaban, contraían y cambiaban posiciones. Con ayuda de aquella visión, pude esquivar un tajo de su espada por poco, pero, mi cuerpo no soportaría mucho.
Los ojos me sangraban, el dolor era más intenso de lo normal y el hedor a sangre fresca me estaba volviendo loco.
—Llegados a esto… ¡Ya no me importa nada! —exclamé conforme mi sanidad se iba perdiendo.
Disparé aquella flecha de fuego que parecía un rayo contra el guerrero, este bloqueó con su espada y se vio obligado a retroceder, pero, un ataque sorpresa no sería suficiente.
Al igual que en mi batalla contra Hiyori, decidí dejar que mis instintos lograsen mantenerme con vida, sabía bien que no podría derrotarlo, solo, tenía que ganar tiempo. Y si existía la posibilidad, matarlo.
Por mero instinto y sin inhibición alguna, decidí explorar algo, extrayendo energía de forma consistente con la runa de condensación y distribuyendo aquello usando la misma runa para crear un flujo de energía que rodeara al cuerpo, una barrera del ether almacenado en mi cuerpo fue creada.
Para mí, era como sacar la sangre del cuerpo para crear una armadura, no tenía sentido alguno, pero, era mi única esperanza.
—¿Q-qué es eso? ¿Eso se puede llamar ether? —expresó el santo, distraído por su curiosidad.
Entre el flujo de las runas de condensación, usando aquel ether extraño y duradero, dibujé un patrón de circuitos rúnicos, que, al entrar en contacto con la energía, formaron un aura de viento que brindaba lo mejor de la defensa de Shyun.
Por supuesto, ella ayudó en el proceso, pero, se veía tan débil que no podía hablar.
Y, cegado por los instintos, me lancé a atacar al santo.
Este realizó un tajo con su espada, pero, la fuerte corriente de viento logró desviarlo. Aprovechando la oportunidad golpeé su mano para arrebatarle la espada corta, de no ser por las corrientes de viento cortante, tal tarea hubiese sido imposible.
Mientras estaba distraído, sosteniendo la espada con ambas manos, traté de apuñalarle el pecho.
—Interesante —dijo.
Estaba reclinado de espaldas y sosteniendo la punta del arma con dos dedos, me envió lejos de una bofetada, parecía que se mantenía a un nivel en el que sería adecuado matarme, nunca tuvo la intención de usar todo su poder conmigo.
Pero, eso significaba que, si aprovechaba esa debilidad, podía matarlo, ¿no?
—¡Hayato! —gritó Shizu desde un rincón.
La voz de Shizu me hizo darme cuenta del filo que estaba a punto de rebanarme el cuello. Salté, elevándome más alto que el faro situado en el puerto. Con Shizu cerca, no podía continuar luchando, solo terminaría poniéndolos en peligro.
El santo saltó y me envió a volar de una patada, mientras caída, pude ver una espada de metal volando hasta el santo.
Shizu aprovechó para capturarme en el aire, al parecer Carlo y el resto se habían apresurado y preparado un carruaje para escapar.
Ya en el carruaje, no podía entender lo que pasaba. Estaba tosiendo sangre, me dolían los ojos y tenía el cuerpo destrozado. Shyun se encargó de regresar el líquido a su lugar, apenas y lograba mantenerme consciente.
Shizu se apresuró a tratarme las heridas, especialmente la del brazo.
—¿Cómo fue que supiste que esto iba a pasar, Carlo? —exclamó Shizu mientras vendaba las heridas.
El hombre se quedó callado, no parecía querer mirar hacia atrás, conducía el carruaje mientras sostenía con fuerza un listón plateado. Kael apartó la mirada con angustia, parecía estar bastante herido y, la aventurera no estaba por ninguna parte.