Furia

Furia

El carruaje marchaba sin rumbo aparente, Carlo no estaba en sus cabales, ninguno de nosotros lo estaba. 

Tras un tiempo, le quité las riendas del carruaje para detenerlo. Él no dudó en tomarme del cuello de la camisa para tratar de intimidarme, sus ojos estaban rojos y llorosos, la conductora era importante para él y por eso, no podía dejarla atrás.

Bajé del carruaje y me detuve a meditar, aquel hombre era fuerte, pero, tampoco sentí que estuviese tan lejos de acercarme a su nivel. Si quería ganar, debía arrebatarle la espada bermellón antes de que pudiese usarla, eso y, usar todas mis fuerzas desde el primer momento.

Por ello, decidí tomarme el tiempo para concentrarme en aquel campo. Hacía mucho que no entraba de forma intencional al reino de Shyun, pero necesitaba su ayuda, no solo para hacernos más fuertes, también debía comprender aquel extraño ether que llevaba al fenómeno que conocía como estado rúnico.

Estuve un tiempo diluyendo de a poco mi mente, hasta que los pensamientos se desvanecieron, así, caí en el vacío que llamaba alma. El hogar de Shyun.

Los pilares de roca permanecían en su lugar y, en el centro, se alzaba un castillo de mármol puro. Al cruzar la puerta principal, pude notar que el pasillo estaba lleno de cuadros que representaban mis memorias, desde la niñez hasta la adolescencia y finalmente la adultez.

Había cuadros vacíos y otros que se cubrían en mantas. Memorias reprimidas y el futuro por venir, cada vez el reino se solidificaba más, y entre más lo hacía, más nos alejamos tanto del pasado como de nosotros mismos.

No éramos lo mismo y al mismo tiempo lo éramos, conforme recorría el pasillo lleno de memorias me daba cuenta de aquello. Aunque de forma diferente, pese a ser otra perspectiva, ella era la única con acceso a todo lo que ocultaba, el único ser que podría comprenderme y sentir lo mismo que yo.

Porque aunque no éramos el mismo ser, ambos necesitábamos de la presencia del otro para sobrevivir…

Al llegar a la sala del trono, pude divisar su forma tras un largo tiempo. Al verla de cerca, pude ver que no había cambiado en absoluto, su manía por parecerse a cosas que amábamos permanecía igual.

Ella se sorprendió al notar mi presencia, no le hice caso y le ofrecí un abrazo.

—Perdóname, Shyun. Haré algo peligroso, nuestras vidas estarán en riego y, necesito tu ayuda para lograrlo.

Solté mi agarre y pude ver lágrimas recorriendo su rostro, unas que trataba de ocultar con una sonrisa.

—Ya lo sé, tonto.

Sonreí levemente ante su comentario.

[...]

—Así que, ¿quieres saber que es el extraño ether que sale de tu cuerpo? —preguntó Shyun, ambos estábamos sentados en el suelo, observando recuerdos mientras tanto.

—Para serte sincero, más que saber qué es, necesito saber cómo aprovecharlo… tengo una idea, pero, no servirá de nada sin tu ayuda —afirmé, observando el corto minuto de batalla que tuve contra aquel santo de la espada.

Ella abrió la mano, conjurando aquella extraña energía sin esfuerzo alguno.

—Tienes razón en algo, yo soy tu mejor opción para ayudarte con tu idea, pero, el aura es algo que Yao quería que lograras por tu cuenta. Sabes bien que él, odia a los magos que dependen de espíritus.

Suspiré, irguiéndome para ofrecerle una mano a Shyun.

—Eso es porque él no tiene uno. Además, en este momento eres en quien más debo confiar, después de todo, somos como familia —comenté.

Shyun aceptó la ayuda vacilante, luego se llevó una mano al pecho, parecía estar feliz.

—Familia…

Podía ver sus ojos lagrimeando, una tenue sonrisa se dibujaba en su rostro.

»Está bien, te ayudaré.

—Siempre es un gusto trabajar a tu lado, Shyun —comenté mientras le acariciaba el cabello.

—Lo mismo digo, Hayato.

[...]

Tras mucho debate y experimentación, Shyun y yo logramos controlar el aura de viento elemental que creé mientras dejaba que me controlaran los instintos. Necesitaba de su ayuda para controlarla de forma efectiva, puesto que, gracias a su habilidad natural para controlar el ether no necesitaba de runas de condensación para hacerlo fluir.

No podía definir con certeza como funcionaba, al menos no del todo. Sin embargo, cuando creaba una corriente de viento, ya fuese comprimido, frío o caliente. Esta influenciaba el ether de los alrededores, volviéndose más fuerte entre más viajaba.

Sin embargo, entre mayor era el alcance, mayor era el desgaste. Debido a que estábamos dentro del reino del alma, podíamos permitirlo, pero estando afuera, lo mejor sería mantener el combate en corto alcance.

También tuve tiempo de experimentar con cosas que había dejado en espera, descubrí que al combinar corrientes de aire a temperaturas distintas, podía lograr imitar un fenómeno natural, causando una destrucción que nunca espere lograr sin tener que hacer mucho esfuerzo.

Tras influenciar el viento, bastaba con dejarlo ir para que todo a su paso fuese destruido, mientras yo era protegido por una barrera de viento que anulaba la atracción de sus corrientes.

Con tal poder, no sería imposible acabar con el santo de la espada. Era extremamente destructivo, pero el plan no era ser reservados. Ya no tenía mucho más que comprender, decidí que daríamos vuelta para rescatar a la conductora.

No hubo nadie que objetara, nadie estaba en sus cabales. Solo yo había alcanzado serenidad, y solo gracias a Shyun.

Tomé las riendas del carruaje y forcé a las monturas a galopar a toda velocidad, habíamos perdido mucho tiempo y, aunque la opción más segura era huir. No dejaría que ningún hombre o demonio retuviese mis pasos, no si tenía el poder necesario como para lograrlo.

[...]

—¿Estás seguro de esto, Hayato? —cuestionó Shizu mientras nos acercábamos de a poco a la ciudad.

Observé con cuidado el mar, podía sentir la presencia de aquel hombre. No trataba de ocultarla, el silencio invadía la zona cubierta de arena de hierro, la batalla que sucedió en ese lugar era la causante.

—Kael, intercéptalo… es una orden —ordené mientras contemplaba la zona.

El jilk se abalanzó de un salto hacia la presencia del hombre, por mi parte, me dejé llevar por las corrientes de viento, activando el estado rúnico que formulé con Shyun mucho antes de encontrarme con el enemigo.

—Shyun, cuento contigo —dije conforme descendía a gran velocidad.

—Lo sé —respondió ella.

Mientras caía, pude ver la silueta de aquel hombre, él trató de desenvainar su espada bermellón, pero, gracias a la intervención de Kael, se vio obligado a retrasar sus movimientos. La conductora yacía en el suelo maltratada, no parecían heridas del combate, la había estado torturando para sacarle información.

Furioso, la tomé en brazos y se la lancé a Kael para alejarla del peligro.

En cuanto pude, arremetí con la lanza en su contra, sin darle oportunidad de desenvainar aquella temible espada, al menos durante un tiempo, mi velocidad había aumentado y, gracias a la ayuda de Shyun podía esquivar eficientemente.

Pero ese hombre siempre guardaba sus fuerzas, no tardó en darle la vuelta al asunto, mandándome a volar de una patada en el estómago. Pude sentir como surgían grietas en mis costillas, pero eso no era importante. Con la conductora a salvo, no necesitaba contener mi nueva fuerza.

—¡Ven a mí, ejecutor! —gritó el santo de la espada.

Reuní aire frío en mi mano izquierda y aire caliente en mi mano derecha, la formulación rúnica era compleja, pero, gracias a la simplificación de Shyun, logré conseguir una técnica impresionante.

Al chocar las manos, un vórtice que arrastraba todo a su paso elevó los edificios, destruyó los muelles e hizo que mi oponente y yo levitáramos. Había domado al tornado, solo para tener una oportunidad contra aquel monstruo.

Con pesar en mi alma, preparé la flecha de fuego más fuerte que tenía, aquella que poseía la fuerza suficiente como para dañar a aquel demonio. Los brazos temblaban y se me resaltaban las venas, la respiración se volvía pesada y la visión se nublaba.

No podía manejar la cantidad de ether ejercida en mi cuerpo, al menos, no por mi cuenta. Gracias a Shyun, logré mantenerme consciente al disparar la primera flecha, perforando el abdomen del espadachín.

Como el arma de doble filo que aquel hechizo había demostrado ser, para cuando el torbellino se dispersó, tanto él como yo estábamos malheridos. Pero, mi intención no era caer en ese lugar.

—Oh, gran santo de la espada. Recibe esta flama.

Medio consciente y con la vista borrosa, conjuré otra flecha de fuego, no recordaba que nombre le habíamos puesto, quizá era Ignis, quién sabe, solo disparé nuevamente sin pensármelo, trató de detener el ataque con su espada, pero esta terminó llegando a una temperatura en la que fue tan doloroso para él sostenerla, que tuvo que soltarla.

Observé expectante a que la flecha diese en el blanco, pero, decepcionantemente, no logré matarlo.

El santo se las arregló para que evitar el proyectil, pero no pudo evitar que esta le destrozara la oreja, pero no parecían quedarle fuerzas, quien sea que diese un último ataque con la fuerza que habíamos ejercido anteriormente, ganaría el duelo, pero, como ninguno tenía energía de sobra para aquello.

Kael envió a volar al santo de un puñetazo, en ese momento reaccioné, comprimiendo una corriente de viento para acabarlo. Por desgracia, para nosotros, él no era el único mártir en la ciudad, algo que sabíamos, más no contamos.

—¡Suficiente! Has ganado este duelo, ejecutor del parche —dijo una figura sombría, había detenido el corte de viento con un solo soplido. No cabía duda de que su fuerza era abrumadora.

Por suerte, no parecía tener intención de matarnos.

Mientras trataba de comprender la situación, Carlo corrió para abrazar a la conductora y luego observó fijamente a la figura sombría.

—Hemos derrotado a tu heraldo, mártir. Cumple tu código de honor y vete.

La figura se mofó.

—Un acadiano… estás lejos de casa, ¿no crees?

Carlo no cedió.

—¿Acaso no tienes honor? Han perdido, retírense, ¿o es que no aman el credo del emperador?

La figura río a carcajadas, la cortina de sombras en la que estaba cubierta solo dejaban ver una leve silueta. Un fulgurante estilete en cuya integridad predominaba el blanco.

—Bien, es una vergüenza, pero, los ejecutores ganaron este duelo. Cumpliré con mi credo, acadiano —tiró una daga plateada con las fauces de un dragón similar con cuernos de cabra y boca de león —. Tomad este gesto de respeto, nobles retadores. Nos veremos cuando el sol sea engullido y la noche eterna descienda sobre estas tierras, hasta entonces, que Lumis os acompañe.

Como si de un espejismo se tratase, la figura se desvaneció. La gente del pueblo salió de a poco, el santo de la espada solo había traído problemas, pero, tampoco es que fuésemos a ser recompensado, menos considerando la destrucción del puerto.

Poder descansar esa noche, sin embargo, fue recompensa más que suficiente, no hablamos mucho, era más importante descansar. En cuanto acabara de conseguir información sobre los supervivientes de la aldea que se resguardaban en la ciudad, marcharíamos a nuestro próximo destino.

La fortaleza de hierro protegida por un ejecutor, no el temido demonio de ojos verdes, a este le llamaban el búho, supuestamente era un mago que nunca hacía acto de presencia y, sin embargo, controlaba a toda la ciudad desde las sombras.

Tal persona, supuestamente yo poseía la misma sangre que ellos, la de su patriarca, ni más ni menos. Honestamente, era impresionante, pero a su vez desagradable. Cada vez que esa sangre ardía con pasión, me volvía más fuerte a costa de perder la cordura, un instinto de batalla tan fuerte como para abandonar lo racional.

La sed de sangre inmensa que mi cuerpo emanaba al enfrentarse a la adversidad era casi palpable, con cada paso que daba en el camino del ejecutor, era como irse transformando en una bestia sedienta de sangre.

Sin el apoyo de Shyun, lo más seguro es que hubiese perdido la cordura hace mucho. Los traumas no paraban de atormentarme, en mayor o menor medida, tenía miedo, de no poder proteger a mis seres queridos, pero, por sobre todo, de perderme a mí mismo mientras trataba de protegerlos.

¿Qué propósito tendría un poder sin motivación? Solo me importaba una pequeña lista de cosas en aquellos momentos: Proteger a Shizu, Jessica y el resto, encontrar a Gell, Aoi y Nagisa, salvar a los pétalos caídos que se cruzaran en mi camino, volverme más fuerte y en última instancia, mantenerme con vida.

Subí a la azotea del edificio, Shizu me acompañó y, al verme suspirar mientras observaba el horizonte, poso su mano por sobre la mía y se me recostó en el hombro.

—Mañana, ¿será nuestro último día en esta ciudad? —preguntó inquieta.

Sostuve su mano, el horizonte se distorsionaba y el paisaje se tornaba borroso.

—No estoy seguro, pero. A donde sea que vayamos, los protegeré, a todos ustedes.

Ella soltó una risa burlona y se me acercó al rostro.

—¿Te has vuelto más maduro? —dijo, con un tono juguetón.

—¿Tú crees? —respondí.

Shizu me tomó de la camisa y me robó un beso a los labios. Luego, me observó directamente, mientras su silueta era resaltada por la luz lunar.

—Sí, definitivamente.

Bajo el rubor de aquella noche, quede paralizado ante la repentina acción de aquella hermosa chica, la cual bajó entre risas para reunirse con el resto. 

«Ojalá estos días pacíficos nunca se terminen».