El mago del Murim
—Apresúrense, el viaje será largo, es mejor que partamos cuanto antes —comentó Carlo mientras subía suministros a los carruajes.
Todos íbamos empacando de a poco todo lo necesario, principalmente comida, tiendas de acampar y ropa.
Antes de que pudiese subirme al carruaje, me detuve en seco al escuchar la voz de alguien llamándome.
—¡Señor aventurero! —gritó la noble que acompañaba a Yullie.
Suspiré, pidiéndole a Carlo que esperara, Yullie parecía algo molesta con su señora, pero, no pasaba nada si me detenía a escuchar por un minuto.
—¿A dónde van? No parece que estén tomando la ruta hacia el imperio Qin, más bien, están retrocediendo —cuestionó incordiada.
Miré de reojo a Yullie, ella apartó la mirada.
—Sobre eso, vamos al Sureste. Mi plan es ir a la fortaleza de hierro —expliqué.
Ella se molestó un poco.
—¿No qué ibas a reunirte con el resto de pétalos caídos? Deberías de estar marchando hacia el norte, los locales dicen que las esferas de viento que no cayeron fueron hacia esa dirección.
Suspiré nuevamente, colocándome una mano sobre el cuello por culpa de lo incómodo de la situación.
—Mira, señorita. No soy un héroe, ¿ok? Si está en mis intenciones rescatar a los pétalos, pero… tras ver como vivían los que encontré en este lugar, me di cuenta de que, los que llegaron al lugar predestinado deben de estar bien. Viajaré a Murim para resolver un asunto personal y hacerme más fuerte, eso es todo.
La mujer finalmente se quedó callada, pero, alguien más tenía algo que decir.
—Fue un gusto conocerte, Hayato. Aunque no sea la primera vez que tú te encuentres con esta yo —comentó la chica de cabello rubio.
—Ni lo menciones, Yullie —subí al carruaje tras decir aquello, y justo antes de irme, sin pensarlo, dije más de lo que debí —. Sabes, esos hermanos estarían orgullosos.
…
Y así como así, dejamos aquella ciudad portuaria.
[...]
El sendero era tranquilo y ahora teníamos dos carruajes, nos dividimos de manera equitativa. Kael y la conductora iban en un carruaje, acompañando a Jessica. Mientras que en el otro estábamos Carlo, Shizu y yo. Era inusual ver al arrogante comerciante conducir un carruaje con tanta confianza, pero, me preocupaba más entrenar mi manejo de ether.
Aunque, era difícil concentrarse teniendo a Shizu enfrente, después de todo lo que habíamos pasado juntos, el solo verle el rostro hacía que me ruborizará y me distrajera. Claro, de cierta forma, hacía el viaje más ameno.
Suspiré, enfocando mi mente en el entrenamiento, después de todo, de nada me servía amar o ser amado si no era capaz de protegerla. Ya había aprendido aquello a mala gana. Por un momento pude notar tristeza en sus ojos, pero me tragué el remordimiento para sumergirme en el entrenamiento.
Lo que trataba de mejorar esta vez, era mi control de ether. Si bien era eficiente, solo podía controlar el flujo hasta cierto punto, no estaba cerca de magos como Rin, a la que recuerdo el ether buscaba sin que esta lo pidiese.
Algo dentro de mí gritaba que no era una runa, no, era algo más trascendental. Probablemente, no llegaría a aquello sin el estudio y la práctica propios, tampoco es que tuviese los recursos para aquello.
Así que hice pequeños hilos, enredados y por montones, como si estuviese tejiendo una especie de telaraña. Eran débiles, tan débiles, pero solo eran el primer paso. Juntándolos de a poco, ese casi millar de hilos que en un inicio se movía sin esfuerzo, se enredaban entre sí para crear una estructura fuerte.
Conforme más gruesa se hacía aquella especie de capa etérea, más sentía como se drenaba la resistencia del cuerpo. Conforme se teñían mechones de cabello de blanco y entre más brillaba mi único ojo, ganaba una mayor comprensión de mi cuerpo.
Cuando sentí que estaba por el límite, decidí tratar de empujar un poco más, solo un poco, debía de enfrentarme a mis barreras de forma inteligente, no superaría nada si tenía miedo y solo me retrasaría si me lastimaba.
Conforme el poder se iba filtrando de a poco, regulaba el flujo, experimentando en busca de la forma más eficiente en cuanto a poder y desgaste. Entonces fue cuando Shyun apareció, ayudándome
—¿No crees que podrías aplicar el mismo concepto que el ether que sale del cuerpo? —sugirió ella.
Siguiendo su consejo, traté algo nuevo, esparcir la orden de una runa en busca de influenciar el ether de los alrededores. Si lo lograba, no solo incrementaría el rango y poder, sino también la eficiencia al no tener que concentrarme en cada pequeña luz.
Sabiendo mis limitaciones, decidí enfocarme en perfeccionar la técnica antes de moverme más. Si algo había aprendido gracias al arco etéreo era que todo lo que tenía estaba lejos de perfeccionarse.
Con la nueva técnica, incluso un proyectil de ether puro que normalmente no se compararía con la flecha de Ifrit, era capaz de crear una explosión con un rango tan amplio que hizo tambalear a los carruajes, incluso tirándolo tan lejos como para perderlo de vista.
No solo se trataba de la eficiencia, la concentración también era mejor, como si el ether manipulado obtuviese una calidad o pureza mayor, era extraño de decir, pero, se parecía un poco a la forma física de los espíritus, aunque aún estaba lejos de eso.
Capa tras capa de ether tejido cuidadosamente para reaccionar con el ambiente, moldeando la naturaleza a su alrededor, me acercaba un poco al nivel de un mago de alto nivel. Pero todavía estaba lejos de compararme con un aventurero que superase el rango oro, incluso si fuese capaz de usar el concepto en las flechas que Shyun me había enseñado, sería incapaz de dañar a alguien como Hiyori usando todo su poder.
No era suficiente, en absoluto, pero ya era un gran avance. Quizá con él estaría cerca de la cúspide de los aventureros de rango dorado. Básicamente un juego para niños para cualquier demonio de élite.
Como de costumbre, no bastaba con solo esforzase, necesitaba alguna pizca de suerte, o quizá una mejor comprensión. De cualquier forma, continué entrenando por una buena parte del camino, lo que para mí fue un santiamén, resultó ser varios días, cosa que mi cuerpo decidió no perdonar.
Para cuando mi concentración amainó, pude sentir los músculos entumidos por la falta de ejercicio, acompañados por un hambre y sed inmensas. No dude en tomar una buena cantidad de agua de mi cantimplora, también me atiborre de pan sin pensarlo demasiado.
Cuando volví a mis cabales, pude ver a Shyun, descansando recostada en una de las paredes del carruaje mientras parecía observarme, pese a que estaba dormida. Dudoso, me acerqué a ella y le acaricié el cabello.
—Gracias por preocuparte —expresé tímidamente.
Le cedí mi abrigo para luego asomarme afuera, los carruajes se habían detenido. No había nada fuera de lo normal, el único que despierto era Kael, sin hablar como de costumbre.
Me alejé un poco de ellos, quería estirar un poco, darle mantenimiento al cuerpo tras meditar era importante para mi estilo de combate. Empecé con algo sencillo, calenté por una hora entera, asegurándome de que cada músculo estuviese estirado.
Continué con la rutina de ejercicios normal, casi toda la noche se me fue en aquello, pero, todavía tenía mucho que probar. Todavía no estaba listo para usar ether sin tener que se sobre esforzarme, así que decidí practicar con la lanza por mientras.
Hace mucho que había dejado de depender del arma, por momentos, empecé a creer que me vendría mejor un escudo u otra arma del estilo, pero, solo tenía aptitudes para cinco armas: La daga, la espada, el bastón, la lanza y el arco.
Por mucho que me esforzase, no logré aprender más que lo básico del resto de estilos, no era un genio de las artes marciales como Hiyori, quien pese a ser una espadachín, parecía poder usar cualquier arma que tocara como si fuese su especialidad.
A diferencia suya, no era un genio ni de las artes marciales ni de la magia, tenía mi propio estilo en ambas, tratando de hacer que una complementara a la otra. Pero no siempre era tan sencillo, si quería ganar más poder, debía de enfocarme en una o la otra.
Al menos… eso era lo que creía. La guardiana de Carlo me hizo ver lo contrario, su extraña magia de arena combinada con sus habilidades con la espada era de temer. En un combate justo, sin usar la flecha de Shyun, no estaba seguro de poder ganarle.
Al menos, no sin haber mejorado. Ella, no era nada en comparación a aquellos que invadieron mi aldea, ni siquiera estaba seguro de poder alcanzarlos, incluso si lo sacrificaba todo, pero, la idea era nunca tener que hacerlo.
Solo con ideales y la necesidad de proteger a mis seres queridos era que lograba mantenerme firme, sin ellos, yo no sería nadie.
Detuve mi entrenamiento casi por el amanecer, pude escuchar los pasos de una Shyun somnolienta, abrazando el abrigo que le había puesto encima mientras se frotaba los ojos.
—¿Hace cuanto qué estás despierto? Hueles a sudor —mencionó ella.
Apenado, aparté el sudor de mi frente y jadeé cansado.
—Bueno, debo entrenar de vez en cuando o mi cuerpo se deteriorará —respondí.
Ella suspiró, observándome fijamente.
—Dime, ¿qué planeas hacer cuando lleguemos a la ciudad? —dijo, inclinando la cabeza mientras entrecerraba los ojos y arrugaba la frente. Presionó con fuerza su muñeca izquierda mientras esperaba la respuesta, bajó la cabeza, haciendo que su cabello le cubriera los ojos.
»¿Todavía te destrui-
La interrumpí, apartándole el cabello del rostro mientras le acariciaba la mejilla.
—No te preocupes, todo estará bien —expresé para tranquilizarla.
Ella agarró el cuello de mi camisa, jalándome y, mientras entrecerraba los ojos, me arrebató un beso mientras yo todavía estaba sorprendido.
—Te gané —dijo ella con una sonrisa coqueta, el rubor se extendía en su rostro.
Se marchó poco después, mientras que yo me quedé paralizado, con la mente nublada y el rostro teñido de rojo. No me esperaba que ella hiciera eso y, de hacerlo, quería ser yo quien diese el primer paso.
Mientras pensaba, suspiré, lamentando mi indecisión.
«Los chicos tenían razón, soy muy malo con esto del amor».
Recogí las cosas y sacudí el polvo que había manchado mi vestimenta, de paso probando el control de ether, que, tras unas cuantas horas, se había recuperado tenuemente.
Aunque, cuanto pude hacer fue una pequeña llama que duró un breve momento, ahorrar fuerzas y evitar forzar el cuerpo no era algo sencillo de hacer, no veía como reducir tanto mi poder podría ser beneficioso, quizá por la costumbre.
Caminé lentamente hasta el campamento, el resto apenas y parecía estar a punto de levantarse, me senté cerca de la fogata que habían hecho, observando fijamente la llama de esta.
La fortaleza de acero, el lugar en donde finalmente retomaría mi búsqueda de poder, estaba tan cerca que se podía vislumbrar desde el horizonte. Aquel edificio de acero que se extendía hasta alcanzar las nubes del cielo, aquellas que parecían tan lejanas como las estrellas.
En aquel momento, mientras contemplaba el cielo, pude sentir como algo me observaba desde lo alto de aquella torre, no sabía con certeza de quién se trataba, pero, la sangre dentro de mi cuerpo ardió de emoción al sentir aquella mirada.
Continuamos avanzando hasta la bendita ciudad acorazada, en donde seguramente no esperaría ese señor de la guerra del que tanto había escuchado. Aunque me interesaba, mi principal objetivo era proporcionarles seguridad a mis compañeros.
Al menos en la superficie, si lo pensaba mejor, la única razón por la que estaba haciendo aquello, era para librarme de ellos y volverme más fuerte por mi cuenta, de esa forma no los lastimaría.
Incluso si era en menor medida, no podría alcanzar mi objetivo sin derramar unas cuantas gotas de sangre. Y por desgracia, parecía que Shizu nunca me dejaría solo… Ella, me ama demasiado.
No sé como sentirme al respecto.