Interludio - Santa del colmillo divino

Interludio - Santa del colmillo divino

En las profundidades del imperio, se resguarda una espada hecha con el colmillo de uno de los seres más nobles de este mundo. Esta hoja prístina que se asemejaba a un zafiro se encontraba en el centro del cuartel principal de los paladines del imperio, pues solo quien fuese elegido por el arma sería capaz de portarla.

Un día, para la sorpresa del capitán de guardia en el momento, la espada pareció resonar ante una muchacha que habían capturado durante su viaje al imperio vecino, se decía que la jovencita de cabellera rojiza tenía conexión con los traidores, pero eso a él poco le importaba.

—Hey, traigan a esa joven —ordenó el hombre.

Los soldados parecían estar confundidos.

—Señor Mash, esta joven fue acusada de… —Ni siquiera tuvo tiempo a terminar, sintiéndose intimidado, jaló de las cadenas y acercó la joven al capitán.

El hombre observó con cuidado a la joven de ojos desafiantes, sonriendo ante el espíritu de lucha que aún mantenía pese a la situación.

—Dime, muchacha. ¿Reconoces esta espada? —dijo mientras señalaba el arma con el brazo abierto.

Ella la observó por un momento, escuchando una voz que la llamaba.

—Sí, es el colmillo divino que portó la antigua emperatriz —dijo ella.

El hombre sonrió.

—Así es, esta arma es especial, se dice que escoge a su portador… úsala —ordenó el soldado.

—¿Perdón? —cuestionó ella. 

El hombre desenvainó su espada, cortando las cadenas que la ataban y luego levantándola por encima de su cabeza.

—Dije que la uses.

Sin tiempo a pensar con claridad, la joven se desplazó hasta la espada y la arrancó del suelo, para sorpresa de todos. Apretando los dientes y con una furia insaciable, se abalanzó a atacar al capitán, haciendo gala de una fuerza incomparable a la que solía poseer.

«¿Qué? ¿De dónde viene este poder?» Pensó ella.

Sin embargo, no había tiempo de distracciones en el combate, sintió una patada de tal fuerza que le astilló las costillas, seguida por repetidos tajos tan pesados como los de aquellos caballeros negros que combatió en el pasado.

En él pudo ver la sombra de quien les causó tanto sufrimiento, recordó la sangre, el olor a ceniza y metal que cubría la aldea, la muerte y el dolor. Su agarre se hizo más fuerte y, observando aquella silueta reflejada, no dudo en absoluto.

El poder vital que recorría su cuerpo se mezcló con la espada de a poco, cada movimiento era más rápido, más pesado, más fuerte. El orgulloso capitán de la guardia se vio obligado a poner más fuerza en sus ataques para defenderse, incluso así, parecía que no había un límite para la fuerza creciente de la chica.

Temiendo ante el potencial de la chica, dejó de contenerse, desarmándola con un solo movimiento, para luego colocarse a su lado, posando una mano sobre su hombro izquierdo.

—Bienvenida a la orden de los mártires, santa del colmillo divino.

Tras aquello, durante meses sirvió a la orden, tratando de ayudar a quien pudiese durante su viaje, mientras lloraba al enterarse de cada muerte, cada ciudad caída y la situación del mundo en general.

Todo ese tiempo, solo había un par de cosas que le preocupaban. El estado de sus amigos y la noche eterna de la que se hablaba entre sus filas.

[...]

—Señora santa, tenemos una reunión pronto —dijo su joven asistente, una plebeya medio talentosa con la espada que habían asignado para vigilarla.

Ella observó un pastelillo a medio terminar en su mesa de noche, al lado de un café frío. Colgó la espada de un gancho en su armadura y suspiró.

—Está bien, vamos, Rosa —respondió.

Todos se reunieron alrededor de una mesa, no solo los espadachines conocidos como santos, sino también los sabios de Avalon que se encargaban de aconsejarlos.

—Hoy los he reunido para discutir dos temas, el principal sería la noche eterna que azotará el mundo, pero, también me gustaría remarcar algo —comentó la santa de la noche mientras observaba al santo de la espada vermellón.

—Durante nuestra última exploración en el imperio Qin, el joven Ruadán aquí ha entrado en conflicto con un viajero, el desafío se prolongó durante un tiempo, por supuesto, la fuerza abrumadora de nuestro santo no tuvo comparación, pero, al final, terminó perdiendo —explicó con voz serena.

Ruadán permaneció callado y la conversación no tardó en volverse una conmoción, los santos eran guerreros sin igual, era casi imposible que un don nadie pudiese detenerlo así como así.

—¿Ha sido un aventurero cuyo rango es platino? ¿Quizá uno de rango diamante? —cuestionó el sabio que apoyaba al santo.

La santa de la noche sonrió.

—No, ha sido uno dorado —comentó con una serenidad absoluta.

La conmoción se volvió aún mayor, tanto así que Ruadán abandonó la sala mientras chasqueaba los dientes. La santa de la noche observó a la joven de cabello rojizo con una sonrisa antes de continuar.

—Más importante aún, aquel aventurero tenía el aspecto de un ejecutor y- —sacó una medalla de bronce con un cerezo engravado —es un sobreviviente de la masacre de la aldea.

La joven prestó atención a la medalla, dándose cuenta de que la conocía mejor que nadie en la sala. Apoyó las manos sobre la mesa, sonriendo de manera inconsciente.

—¡Está vivo! —exclamó con felicidad.

Los presentes permanecieron silentes, normalmente sería criticada por hacer escándalo, pero ella portaba el colmillo divino y, por tanto, debían respetarla.

—Parece que lo conoces —comentó la santa de la noche.

La joven se volvió al asiento, sentándose mientras le salían lágrimas de felicidad.

—Sí, es un viejo compañero.

Con todas sus suposiciones confirmadas, la santa de la noche se levantó, solo el que portaba la espada del emperador tenía mayor autoridad que ella y, por desgracia, él prefería pasar su tiempo masacrando demonios.

—Eso lo decide entonces —comentó ella para luego posar su mano sobre la joven —. La santa del colmillo divino, Nagisa, será nuestro agente en el imperio Qin —comentó ella.

Los sabios la cuestionaron, ella no dudó en ejercer su autoridad, asignando a la santa del rayo mientras estaban conversando. Nadie se detuvo a cuestionar su autoridad, Nagisa sería el baluarte de los mártires durante la noche eterna.

El futuro, sin embargo, era incierto. ¿Qué podría esperarle al mundo en los tiempos de desesperación que se cernían?