Un respiro antes del viaje
Ya empezaba a acostumbrarme al humo de la ciudad, la seguridad ofrecida por el búho era eficaz aunque indiscreta, podía notar como alguno que otro soldado nos observaba durante nuestra vida diaria.
Tal y como lo había propuesto, me dispuse a entrenar en el manejo de ether y la resistencia natural de mi cuerpo a este, conforme más fuerte me volvía, más se teñía de blanco el mechón de cabello. Shyun por su parte, podía interactuar con el mundo físico de mejor manera.
Su control de la energía era mucho más refinado que el mío, tanto así que solo podía maravillarme y tratar de ver el mundo espiritual como ella lo hacía, quizá así podría alcanzar aquel lejano poder que tanto anhelaba.
De alguna forma podía notarlo, siempre había algo brillando con intensidad, el ether que rodeaba los alrededores ni siquiera parecía importante, conforme más mejoraba en su manejo, menos lo notaba, era tan común para mí como el propio viento que rodeaba el mundo.
Apenas y había sido un mes de entrenamiento intercalado con peticiones del gremio, de esa forma mantenía un sustento y podía probar mi nueva fuerza, por suerte, en su mayoría eran encargarse de bestias y pestes.
Ni siquiera necesitaba esforzarme demasiado, bastaba con cualquier disparo simplón del arco etéreo para acabar con cualquiera de ellos. Estaba claro que no había nada a la altura de un aventurero de mi rango.
Durante varias de ellas, me limitaba a observar a Kael trabajar por mí, ofreciéndole un par de consejos en cuanto a las diferencias entre luchar con bestias o contra humanoides. Parecía aprender rápido, pero todavía no era tan fuerte como un aventurero plateado o un caballero de rango bajo.
No era lo mejor, pero ciertamente sobresalía pese a su edad, algo que era de esperarse dado a su linaje como Jill, aunque, seguramente era mucho más débil que los sangre pura de su edad.
Se dice que un infante de la raza demoníaca sin entrenamiento previo ya es tan fuerte como un aventurero de rango bronce, Kael se adecuaba un poco a esos términos, era bastante joven como para tener la fuerza de un aventurero de rango plateado, su potencial era monstruoso, quizá tanto como el de Kai.
Con cada combate se fortalecía, por mi parte, más que experiencia en combate, lo que necesitaba dominar era mi mente y el arcano que se extendía cada vez más. Con experimentación pude dividir a las runas en tres categorías.
Las runas elementales que creaban reacciones como crear viento, fuego o agua de la nada, las de reacción que podían controlar el ambiente, la runa de condensación era un buen ejemplo y por último las de orden, cosas simples como ajustar la cantidad de energía absorbida y expulsada, la forma del objeto y su movimiento.
Con el nuevo entendimiento de las runas se me hacía más sencillo crear construcciones, las runas de orden podían usarse incluso sin ser dibujadas, similar a como el arco etéreo tomaba su forma debido a mi afinidad con aquellas armas, si comprendía bien la forma y función de otra arma, podía crear cosas como dagas.
Aunque claro, no es que pudiesen interactuar de forma física, de usarlas solo me quemaría los manos o el viento me las cortaría, el mejor uso que pude encontrarle a esa técnica fue crear un aura que rodeaba el filo de las armas, principalmente lo usaba en la lanza, la única arma con la que no me carbonizaría las manos si usaba fuego en su filo.
El problema era que para evitar que todo el acero se calentase debía dispersar el calor en filo de la lanza con corrientes de viento, a la larga no sería una técnica efectiva, en especial considerando que no era un buen atacante físico, no contra gente de mi rango.
Kael era un buen ejemplo de ello, sin tener que apoyarme con la protección del viento del aura y la ayuda de Shyun jamás podría ganarle un combate cuerpo a cuerpo, incluso si él no usaba técnicas de chi.
Lejos del entrenamiento, cuando regresaba de trabajar mi único confort era encontrarme a Shizu esperando en la habitación, generalmente bebíamos mientras conversábamos sobre cualquier tema que se nos ocurriera.
Era difícil decir que los sentimientos que tenía por ella no germinarían, cada vez me ponía más nerviosa al verla a los ojos, cada vez me daba cuenta de más cosas, como sus largas pestañas o sus labios rosados.
Tras volver del último trabajo, aturdido por el sake y con la mente algo turbia, mientras estábamos hablando rodee su cintura con mis brazos y le robé un beso, fue algo extraño de mi parte, normalmente nunca haría aquello.
Ella se ruborizó, haciendo girar su cabello de a poco mientras me observaba expectante, por desgracia o bien, me terminé desmayando por la vergüenza y el alcohol en mi cuerpo. Pero claro, nuestra relación había cambiado desde ese momento.
Después de aquello, cada día avanzábamos de a poco, tomándonos nuestro tiempo para volvernos aún más cercanos. Al inicio nos tomábamos de la mano cada que salíamos juntos, luego los besos en la mejilla o la frente se volvieron algo regular, junto a los abrazos y otro tipo de contacto físico cercano.
Con el tiempo incluso besarnos en público no era nada extraño, ninguno había dicho una sola palabra, pero nuestra relación ya había sido definida. Claro que, en la vida cotidiana, de vez en cuando, también me detenía a hablar con Jessica o planear cosas con Carlo.
Dos meses de paz y tranquilidad en los que pude volver a sentirme como un ser humano habían pasado, ya era hora de volver al viaje. Preparé las cosas y lo hablé con el grupo, Shizu no se animó a detenerme, pero antes de despedirnos le prometí un par de cosas.
La última noche que viví en aquella ciudad brumosa fue inolvidable, ella y yo, por decirlo de una manera, nos habíamos vuelto uno… en aquel momento, mientras la observaba con sus ropas de noche, había perdido por completo las ganas de marcharme.
Pero, ella logró convencerme de seguir con mi convicción.
[...]
Una mañana como cualquier otra, Kael, Jessica y yo marchamos hasta el lugar que se supone era el destino original de los supervivientes de la invasión a la aldea. Shizu me despidió con una sonrisa y marché con un dolor en el pecho que era acompañado por una sensación de calidez.
Mientras íbamos en el carruaje, Jessica no pudo evitar hablar.
—Oye, Hayato. ¿Estás seguro? Sé muy bien lo que sientes respecto a lo que pasó en el pueblo… bueno, en verdad en cuanto a todo lo que ha pasado, pero, ¿estará bien dejar a Shizu sola? —cuestionó ella.
Con la mirada perdida observé el suelo por un momento, luego levanté el rostro y observé a Jessica a los ojos.
—La verdad es que yo tampoco estaba seguro, pero, ella fue la que me convenció de continuar con mi viaje, además —observé un collar que tenía guardado un retrato de ella —le prometí que pondría un anillo en su dedo.
Los ojos de Jessica parecieron brillar de la emoción por un segundo, me agarró de la cabeza y me alboroto el cabello con una sonrisa en el rostro.
—Felicidades —dijo con emoción.
Pude ver a Kael sonriendo tenuemente, había dejado de verlo como un demonio y más como un subordinado.
—Solo falta encontrarme a Aoi y Gell, espero que estén en ese lugar —comenté mientras juntaba las manos y las apretaba con fuerza —. Si no están a salvo, no podré vivir conmigo mismo.
Su semblante se oscureció por un momento.
—Sí, tampoco sé que haría si le pasara algo a uno de ellos. Pero, los conozco bien, no se rendirán sin importar qué.
Cuando dije aquello, recordé el día en que me entregaron sus medallas, la sensación del acero frío tocando mis manos y la desesperanza de haber sido abandonado.
Me quedé callado por un breve instante, pensando que decir.
—Sí, esperemos que sea así.
El resto del viaje no fue nada a destacar, hacíamos pocas paradas y, exceptuando a Jessica, no nos deteníamos a hablar más que para pedir alguna que otra dirección. No queríamos que el trayecto se alargará más de lo debido, no quería que así fuese.
[...]
Habían sido un- casi dos semanas de viaje, estábamos cerca del lugar, a mitad de camino para ser exactos. Nos detuvimos en la ciudad portuaria para tomar algo de provisiones, cosas como carne conservada, alcohol y agua limpia.
Comerciar por mi cuenta era más difícil que de costumbre, me había acostumbrado a que Carlo redujera los precios de los productos a base de su carisma y promesas, eso solo demostraba mi inexperiencia a la hora de comerciar.
Al final terminamos gastando un par de monedas de oro, no había llevado conmigo muchas, solo una decena de ellas y unas cuantas de plata y bronce por si acaso. Supuse que vendiendo pieles de bestia y otra clase de cosas que consiguiéramos durante el viaje sería suficiente para el sustento.
Solo que, hasta ahora, no habíamos tenido suerte ni en cazar, las acciones de aquel demonio de la niebla azul habían impactado negativamente a la región, por ello el precio de la carne se había disparado más de lo debido.
Rara vez nos encontrábamos a alguna bestia y, las recompensas eran mejor por mantenerla con vida para venderla a algún criadero. No nos quedaba de otra más que comprar la carne de forma legítima, cazar no era viable, al menos no ahora.
Durante el breve momento que pasamos en aquel lugar, exploré un poco en busca de encontrarme con Yullie, por desgracia parecía que ella y su ama salieron en un viaje de negocios o algo por el estilo.
Marchamos tras darle una visita al local de los viejos camaradas de la aldea, fue divertido relajarse en un lugar apropiado tras tanto tiempo, pero el viaje debía continuar, el tiempo seguiría pasando y, en la situación actual, incluso la fortaleza de acero no sería segura.
Cada noche meditaba en busca de mejorar mi control del ether, cada vez estaba más cerca de poder manifestar cosas con solo pensar en quererlo, el proceso que omitía la fórmula, aunque de momento solo podía manifestar la flecha de sylph más sencilla, era un progreso.
Aun así, me sentía atascado, la resistencia natural de mi cuerpo aumentaba de a poco, teniendo un solo ojo era difícil apuntar con precisión y tenía que idear una estrategia más viable que destruir todo a mi paso con un tornado incontrolable.
El estado rúnico común ya era natural para mí, al desactivarlo sentía que estaba más ciego que de costumbre, sentía que volvía a estar completo, como si no hubiese perdido el ojo en aquella maldita noche.
Podía observarlo al cerrar los ojos, el caballero cubierto de bruma negra que se cernía sobre el pueblo que era consumido en llamas. La ceniza lloviendo y el olor a azúfre, tenía tiempo sin pensar en aquello, quizá la expectativa de conocer al resto de sobrevivientes era la causa de la visión.
Observé la imagen de Shizu en el collar, con eso logré calmarme. La noche era fría y no me había dado cuenta de ello por culpa de los pensamientos intrusivos. Con la mente más clara, me cubrí con una manta y dormí en una esquina del carruaje.
Se sintió como si solo hubiese cerrado los ojos, el carruaje salió volando y despertamos entre un montón de escombros, aparté lo que solía ser el carruaje con una ráfaga de viento y me apresuré a socorrer a Jessica.
Tras llevarla a un lugar segura di un vistazo a la situación.
Kael estaba reteniendo una flecha de acero con el tamaño de una persona, sus manos estaban heridas, la piel desgarrada y sangre brotando, enfrente nuestra se encontraba un caballero de armadura completa que sostenía un arco de dos metros de largo. Su traje escarlata revelaba que se trataba de un acadiano, tenía muy mala suerte con ellos últimamente.
Aprovechando la ayuda de Kael, tomé cuanto pude de mi equipamiento y me preparé para luchar, como de costumbre, contenerse no era más que una formalidad para duelos amistosos. Activé la formulación rúnica a toda potencia, una corriente de viento fría y una caliente se intercalaron a mi lado y bajo mi orden, se reunieron donde estaba el caballero para formar un tornado.
—Parece que el viaje no será sencillo —pensé en voz alta.