Vínculos
Pagamos un carruaje para dirigirnos a la salida, pude ver a los guardias corriendo asustados a pedir refuerzos, las campanas del paso y los pueblos cercanos resonaban. No sabía qué estaba pasando, pero el instinto no me traicionó, algo estaba mal.
—¡Cierren las puertas! ¡Esperen los refuerzos! —gritaban los soldados.
De reojo, pude ver una piedra ardiente volando por sobre la cordillera.
—¡Maldición! —gritó el chofer del carruaje, una de las piedras ardientes terminó dándonos, apenas logré recobrar la consciencia, pude ver que Kael se había herido protegiendo a Jessica y, el conductor ya había pasado a mejor vida.
—Rápido, lleva a Jessica a un lugar seguro, iré a ver que sucede —exclamé mientras me cubría con el aura rúnica “Sylph”.
Con el viento a mi favor, esquivé las esferas de fuego y frené uno que otro par con algo de dificultades, era difícil mover rocas con solo viento, y no había muchos lugares a donde podría redirigirlas sin lastimar a nadie.
«Tengo que acabar con la fuente de estas cosas».
Me apresuré usando la gracia del viento para elevarme sobre las montañas, a lo lejos pude ver a cientos de soldados luchando contra aquellos caballeros de armadura carmesí. Descendí al campo de batalla en busca de los instrumentos de asedio, había ballestas y catapultas cargadas sobre aquellas tortugas que llevaban colinas encima.
No solo eso, estaban custodiadas por ballesteros, arqueros y magos. La situación era desfavorable y, mientras evitaba ataques, pude ver que caían más soldados de la ciudad en comparación a los enemigos del asedio.
Retrocedí hasta la puerta hasta el punto de reunión donde hombres con armaduras de metales raros discutían desesperadamente.
—Disculpen, necesito que me hagan un favor —dije mientras me les acercaba.
El filo de dos lanzas se colocó cerca de mi cuello, observé con tranquilidad a los soldados que lo habían hecho. Al ver mi aspecto y el símbolo en la espada que cargaba en la cintura, los altos mandos ordenaron a los soldados bajar sus armas.
—¿Qué hace un ejecutor aquí? ¿Por qué no fuimos notificados? —preguntó uno de ellos.
Suspiré al ser tomado como parte de ellos solo por mi aspecto otra vez, pero era cierto que llevaba su símbolo en mi espada.
—Solo soy un viajero, no tiene por qué preocuparse. En cuanto al favor, me gustaría que retire a sus tropas en la medida de lo posible.
El hombre de armadura negra se exaltó.
—¿Por qué deberíamos? —cuestionó.
Observé el campo de batalla, inhalando el viento con olor a azufre que emanaba la lucha encarnizada.
—Pese a lo que pueda parecer, soy un mago, tengo una idea para ayudarlos y para eso tienen que retirarse aunque sea un par de metros.
Los altos mandos me obedecieron a regañadientes, en cuanto los soldados se alejaron, retuve la avanzada enemiga con un muro de fuego, lo más seguro es que entre ellos hubiese un par de efectivos capaces de matarme, pero no podían tomar el riesgo de subestimar a un enemigo desconocido.
Activé el aura rúnica de viento y formé dos corrientes de viento, una de aire frío y la otra de aire caliente. Juntándolas con cuidado y alimentando el efecto, creé nuevamente un tornado arrasador que destrozó las máquinas de asedio y envió a todo enemigo cuanto pudo a volar.
—¡Ahora! —gritaron los soldados, aprovechando para atacar a los enemigos indefensos al no poder esquivar dentro del vórtice.
Terminaron siendo atravesados por flechas, lanzas o calcinados por los magos. No parecía haber más que un par de sacerdotes del lado local, pero gracias a mi intervención habían logrado repeler a la invasión.
Pude saberlo en cuanto vi a unos soldados vistiendo armaduras de jade rojo y lanzas hechas con las garras de un dragón mayor. Eran los refuerzos que terminarían lo que restaba de la batalla.
Volteé a ver hacia atrás, en un inicio planeaba regresar junto a Kael y Jessica, pero, con el ataque no podía tomar ese riesgo, los pondría en peligro otra vez y… Shizu, estaba sola. No podía retrasarme.
Reuní cuanto viento pude en la base de mis pies y usándolo me propulsé al cielo para tomar rumbo a la fortaleza de acero, el viaje normalmente tomaría semanas, pero no tenía ese tiempo, incluso si me hacía daño, tenía que llegar antes de que fuese demasiado tarde.
Encendí llamas que aumentaron la velocidad a la que volaba, a cambio me resultaba más difícil maniobrar, estuve a punto de estrellarme con montañas o pilares de roca que se cernían sobre las cordilleras del imperio Qin.
Tras un tiempo volando a toda velocidad, un escalofrío recorrió mi cuerpo y, como si la situación no fuese lo suficientemente grave, pude divisar el brillo de unas garras negras que bloqueé a duras penas a costa de destrozar mi lanza.
«Maldita sea».
Salí volando a toda velocidad contra una formación rocosa por culpa del impacto, usé toda mi concentración para reducir la velocidad, aunque eso no evitó que me estrellase contra las rocas, pude escuchar como los huesos de mi espalda crujían.
También sentí una sensación familiar, tenía uno que otro par de costillas rotas.
«No es tiempo para contenerse, no puedo morir aquí».
Un dragón de escamas negras, rostro de caimán, alas emplumadas color negro azabache y colmillos plateados descendía para acabar con su presa. Esa presa, por supuesto, no era otro más que yo.
Deseché los restos de la lanza y escupí sangre al suelo, conforme se acercaba mi corazón iba palpitando con más potencia, cada vez más rápido. Conocía el sentimiento, alguna vez había escuchado sobre el fenómeno, te volvías más fuerte, más perseverante, eficaz, por sobre todo.
—Cuando estés frente a la muerte y superes el miedo, incluso el enemigo más fuerte podrá sangrar, ¿era así, maestro? —pensé en voz alta mientras recordaba las enseñanzas de Keisuke.
Desenvainé la espada que rara vez solía usar y me preparé para la embestida de la bestia, arremetió tratando de acabarme de un solo mordisco, esquivé usando el viento para balancearme como si fuese una pluma y de paso traté de cortar a la bestia.
El intento fue inútil, sus escamas eran duras y rugosas, tanto así que pude ver chispas revoloteando al chocar el filo en su contra. Lo siguiente fue un zarpazo, fue tan rápido que a duras penas y pude esquivarlo, la cota de malla quedó casi inutilizable pese a que solo se trató de un rasguño.
Jadeé cansado, era un encuentro desafortunado, sin duda. Para tal bestia debía de usar todas mis fuerzas una vez más, incluso más de lo que me podía permitir.
Alguna vez mi maestro habló de una etapa que todo mago alcanzaba llegado a un punto, cuando el cuerpo y la mente se hacían unos solos, uno podría alcanzar un estado de resonancia en el cual estaba en armonía con el mundo.
Su experimento no fue más que una forma de crear esa armonía, pero a cambio del poder se sacrificaba el cuerpo. Sin embargo, ahora entendía que la etapa inicial del experimento solo fueron las bases para sentar la resonancia.
No entendía mucho, pero alguna vez recordaba haber leído, en aquellas historias de héroes de antaño y los relatos del tío que me crio como un padre, una sola frase:
“Habrá un momento, en el que tendrás que decidir algo, vivir como humano o trascender a un propósito mayor”
En un solo instante todo eso pasó por mi mente, una respuesta del cerebro ante la aparente muerte que se cernía en aquel momento.
—Pues bien, Shyun. Ya llegamos a este punto, por lo que… ¡Regresaremos para ver su sonrisa!
El espíritu asintió en silencio, el mundo se volvió negro y la sangre de mi cuerpo se tornó helada.
Otro zarpazo fue propinado, sin embargo, la garra del dragón fue rebanada por una corriente de viento. Asustado, retrocedió ante lo que tenía de frente, ya no era un humano, ya no era una simple presa. Era un rival que atentaba contra su vida.
El estado de resonancia estaba incompleto y, sin embargo, lo que estaba enfrente no podía simplemente ser llamado humano, ya no más. El espíritu sin forma Shyun y el aventurero oscuro se habían vuelto un solo ser, aunque fuese por un simple momento.
Fue suficiente como para hacer a aquella bestia temblar.
—Viento, obedéceme —susurramos.
Las corrientes de viento se reunieron y arremolinaron alrededor nuestra, el dragón trató de escapar, pero sus alas fueron cortadas con extraña facilidad. Siguiendo su instinto había tratado de huir, pero, viéndose acorralado, decidió defenderse con todas sus fuerzas.
Una corriente de llamas carmesíes bailaron por la montaña, el terreno se veía destruido y cientos de fragmentos de roca volcánica volaban por los alrededores. Nos encontrábamos nosotros, quién fuera que fuésemos y un dragón de escamas negro azabache.
La batalla solo duró un minuto, en el cual el terreno cambió hasta volverse algo completamente diferente. El dragón se defendió hasta el último de sus momentos, logrando propinar un zarpazo que dejó inútil nuestro brazo izquierdo.
Cuando la batalla terminó, descendimos a la tierra y, mientras jadeábamos, desactivamos la resonancia, dejando un cascarón que se mantenía vivo a duras penas.
—Un poco más, solo… un poco más.
[...]
Desperté con la mente difusa y recuerdos vagos, estaba tirado en una duna de tierra, reconocía el lugar, era un pueblo cercano a la fortaleza, aunque estaba vacío. Gracias a las estrellas del cielo pude darme cuenta de que solo había pasado medio día, eso era malo, con cada segundo el sentimiento de inseguridad aumentaba.
Caminé hasta una de las casas del pueblo y sin pensarlo demasiado volé las puertas. Registré cada gabinete hasta encontrar algo de vendas junto a una botella de alcohol.
Vertí el alcohol sobre la herida de mi brazo y lo vendé lo mejor que pude. Con eso listo, observé de reojo algo de pan tieso que estaba por encima de la mesa, apartando la mirada poco después.
—Shizu, estaré ahí pronto.
Con el viento a mi favor, impulsé hacia el cielo como un ave, preparándome para llegar a lo que podría ser mi destino final.
[...]
El sonido de armas colisionando invadía la zona, al final lo que observé era lo que esperaba. Había cientos de cadáveres esparcidos por el suelo, hombres medio muertos aferrándose a la vida mientras luchaban con fervor.
El enemigo que enfrentaban poseía una fuerza abrumadora, una por la que apenas y debían trabajar, un regalo desde su nacimiento. Si solo ese fuera el caso, quizá los humanos hubiesen tenido oportunidad.
Pero, los soldados contra los que combatían, eran soldados entrenados, su poder era real, era mucho más que un regalo. La situación era precaria, se necesitaba de una considerable cantidad de soldados de la fortaleza para acabar con uno solo de los combatientes de armaduras amatista oscura.
Presenciando aquello, solo pude esperar lo peor.
Ignorando el campo de batalla, me abalancé a toda velocidad hasta el interior de la ciudad, estando dentro, noté que ya se estaban librando batallas en el interior de la misma. Me apresuré aún más, recorriendo los pasajes llenos de ceniza que se teñían en bermellón por la sangre de soldados e inocentes.
Ignoré cada grito de ayuda, cada agonía, cada dolor. Lo único que me importaba era saber que ella estaba bien, recorrí todo el lugar hasta llegar a la posada en la que ella estaba alojada. En aquel callejón, una sensación similar invadió mi cuerpo.
—¿Esto es… niebla azul?
Un hombre larguirucho con todo el cuerpo vendado y un traje negro de gala sostenía a Carlo del cuello, obligando a una derrotada conductora a ver.
—¡Detente! —Exhalé con todas mis fuerzas.
Disparé una flecha de ifrit sin dudarlo, sin embargo, solo logré dispersar niebla, se trataba de una ilusión, ¿o no? Al voltear a ver atrás, pude ver una sonrisa sobreponiéndose a las vendas.
—Demasiado tarde, señor héroe.
El cuello de Carlo tronó al ser girado con suma facilidad por el hombre del traje negro, el cual observó fijamente a la nada.
—Bueno, eso es un problema menos. Les debo bastante por hacerme esta herida —dijo mientras desgarraba parte de su traje para mostrar un agujero rodeado de piel carbonizada —. Especialmente a ti —expresó mientras me observaba.
Traté de atacar nuevamente, pero solo apareció en otro lugar, tirando a Carlo lejos.
—Cómo sea, me estoy cansando de los juegos. Ataca con todas tus fuerza.
La niebla se arremolinó a su alrededor, una corona de espinas acompañada de cadenas de color azul mortecino rodearon su cuerpo.
—Yo que no tengo nombre, yo que he abandonado mi nombre, el heraldo de la melancolía juro por mi vida, que haré sufrir a cualquiera que se oponga a nuestro reinado.
Bastó con un movimiento para que lo perdiese de vista, solo fue un segundo, pero, la conductora ya estaba siendo sostenida del cuello.
—¡Claris! —gritó una voz familiar desde la sombras.
Repentinamente, pude ver a Shizu aparecer casi de la nada, tratando de liberar a la conductora del ataque.
—Oh, ¿había otro más? —dijo el heraldo, para simplemente enviar a Shizu volando de un manotazo.
Luego colocó sus manos por sobre la cabeza de la conductora, introduciendo niebla dentro de su cabeza.
—Esto es una muestra de respeto, al menos, morirás feliz —comentó el demonio, cortando la cabeza de Claris mientras ella expresaba una sonrisa de par a par.
Shizu empezó a llorar, el demonio trató de aprovecharse de la situación, a lo que, Shyun intervino mientras yo estaba tratando de procesar lo que ocurría.
—¡Despierta! —dijo ella.
Al escucharla, activé el estado rúnico y me abalancé a proteger a Shizu. En el peor de los casos usaría la resonancia, el problema era que era destructiva, demasiado poder concentrado en una sola persona.
Si la usaba en la ciudad, quién sabe cuantos inocentes podrían morir.
Aparté a Shizu dándole un beso en la frente, preparándome para enfrentar a lo que sea que fuese aquel ser.
—Mi nombre es… al menos creo que era: Hayato Endou. Para volver con mi amada, debo matarte.
Arremoliné viento sobre mi mano, creando una cuchilla presurizada de aire cortante. Disparé sin dudarlo, a lo que él se limitó a desviarlas con solo balancear sus brazos. Las palabras no eran necesarias, mi único propósito era matar al enemigo que tenía enfrente.
Desenvainé nuevamente aquella espada, recordando con cuidado las lecciones de Keisuke. Un arma no era una simple herramienta, uno debía usarla con sabiduría o no podría cortar nada, no tendría propósito.
Por supuesto, ideología aparte. Solo la usé porque sentí que era necesario hacerlo.
Y así fue, en cuanto el demonio propinó el primer golpe pude sentir que su fuerza no era un juego, se me dislocó la muñeca del brazo derecho y el brazo izquierdo, casi que ni podía usarlo.
—Tch, menuda forma de morir —pensé en voz alta.
Me preparé para lo peor, no podía arriesgarme a lastimarla por error, volteé a ver los alrededores en un intento de encontrarla, pero no logré ver nada. Para cuando me di cuenta, pude observar al demonio sosteniéndola del brazo.
—¿Estás jugando conmigo? Puedo ver en tus ojos que te contienes, ¿acaso soy una broma, aventurero? Déjame darte algo de motivación.
Y como si nada, rompió la mano de Shizu sin dudarlo.
—Puedo seguir todo el día, ¿puedes tú? —dijo tranquilamente.
—Hayato, espe… —ignoré a Shyun, formé la resonancia nuevamente, esta vez tomando el control por completo.
A cambio de ello, no era tan poderosa como la anterior. Un brillo plateado cubrió mi único ojo.
Formé corrientes de viento cortante para cortarle los brazos, este reaccionó rápidamente, formando una armadura de niebla que logró protegerlo de la presión del viento. La rabia me cegó, ataque sin pensar en las consecuencias, en todo lo que había pasado mi cuerpo hasta el momento.
Con el tiempo el demonio logró adaptarse a los ataques, con su armadura ese nivel de presión ya era poca cosa, se acercó en un momento a tratar de acabar con mi vida. Fue un parpadeo, solamente eso.
Y entonces pude ver un tinte rojo que hizo que mi alma se secase por completo.
Ella solo se sentó con tranquilidad, mientras el demonio sonreía silenciosamente ante la situación. Dejé caer lágrimas sobre ella, acarició mi mejilla y dijo una sola frase.
—Te amo.
…
Me detuve a abrazarla, sintiendo como su calor se desvanecía de a poco, cuando lo hizo por completo. Dejé reposar su cuerpo en el suelo gentilmente, luego observé al bastardo que había hecho eso y…
¿A quién le importaban los inocentes? Él había acabado con lo poco que amaba mientras sonreía arrogantemente. Debía matarlo, tenía que torturarlo, no dejar nada de él.
Muere, muere, debo matarte, te mataré…
Encendí en llamas azules al bastardo y sin pensarlo lo tomé del cuello con el brazo izquierdo, incluso si el dolor parecía ser insoportable. Cargué a toda velocidad usando cuanto viento pudiese, sin importar lo que pudiese pasarle a mi cuerpo, destrozando edificios, causando escombros e ignorando las consecuencias.
Trató de zafarse agarrando mi brazo con fuerza, enojado, lo dejé caer desde el cielo y desenvainó la espada nuevamente.
Las corrientes de viento aullante se arremolinaron alrededor de la espada, al dar un tajo con ella logré partir la tierra y hacerlo sangrar finalmente. Este gritó de rabia y me propinó un golpe directo a la mandíbula.
Escupí sangre mientras le propinaba una patada cargada de viento directo al estómago, disparándole cientos de flechas y cualquier proyectil que hubiese creado hasta el momento. Una roca cargada de cadenas fue lanzada por él, quebrándome una pierna, pero yo ya le había quemado un brazo.
Cargué la flecha de Shyun, aquel proyectil que bien podría acabar con mi vida de abusar de él. Disparé sin dudar, quitándole también una pierna, ambos nos debilitábamos más y más con cada segundo que pasaba.
Pero, yo sería quien acabaría con la vida de ese bastardo.
O al menos, eso creía.
Una espada teñida por una bruma negro azabache descendió del cielo seguida de un destello blanco. En ese pequeño momento de distracción, el entorno se cubrió con niebla azul, el bastardo había huido.
Me quedé quieto en silencio, él podría atacarme, pero de hacerlo sabría que lo encontraría y, definitivamente, iba a terminar lo que empecé. Volteé a ver hacia atrás, lo que estaba ahí era una vista impactante que, extrañamente, se sentía familiar.
El búho sostenía un bastón espada con el símbolo de los ejecutores, estaba cubierto de rayos blancos que calcinaban todo a su paso y, estaba luchando contra una caballero de armadura negra que usaba armas de miasma.
En un breve momento, ambos se observaron el uno al otro en silencio, luego, el búho emitió un brillo extraño y de su cuerpo fue proyectada la imagen de un ser humanoide que parecía estar hecho de vendas oscuras.
Las vendas se adhirieron a su cuerpo, había entrado en el estado de la resonancia. Por su parte, el caballero emanó una cantidad de miasma que cubrió toda la ciudad, esta se acumuló a su alrededor, dejando detrás un figura horrenda que parecía sacada del mismo infierno.
Su casco ahora tenía seis hendiduras que mostraban doce ojos que brillaban en un amarillo pálido, la armadura estaba llena de picos y pinchos, se veía sucia y repugnante. La espada que portaba tenía cientos de hendiduras para lacerar la carne.
Ninguno iba a contenerse, no en ese momento.
El choque sucedió, el ejecutor golpeaba con rayos más poderosos que los truenos que hacían temblar al cielo y, por su parte, el demonio de miasma lanzaba cortes que resquebrajaban la tierra y hacían temblar el viento.
Con cada corte, estocada y arremetida, la balanza se iba inclinando. De un tajo el caballero de miasma destrozó la mitad de la ciudad con facilidad, dejando un cráter a su paso. El ejecutor, por su parte, creó una prisión de rayos que pareció calcinar a su adversario desde el interior de su armadura.
Me apresuré a recuperar el cuerpo de Shizu, la batalla importaba poco, si me quedaba, era seguro que hubiese muerto. El ejecutor estaba perdiendo, podía darme cuenta al ver como el ether a su alrededor se volvía inestable.
Cargando el cuerpo de mi amada en brazos, escapé mientras derramaba lágrimas sin saberlo. Para cuando volví en mí mismo, me encontraba en la ciudad del imperio Qin, no recordaba cómo había llegado ahí, no, si lo hacía, pero estaba tan perdido, tan vacío en esos instantes que, ni siquiera me molesté en recordarlo.
La reunión con mis compañeros de viaje que aún permanecían con vida no fue placentera, velamos a los muertos, tres ataúdes estaban vacíos y, el que más me importaba, por desgracia estaba lleno.
—Hoy, me di cuenta de algo. No puedo ser un héroe, nunca lo fui, nunca lo seré. He visto tantas muertes que no podría contarlas, matado a tanta gente y, sin embargo, ni siquiera pude vengarme de quién sea que haya hecho esto.
Observé a Kael y a Jessica.
—Así que, he tomado una resolución. A partir de ahora, perseguiré al bastardo responsable de todo esto, me vengaré de todos los que pueda tomar venganza. Y entonces, solo quizá, se me quite este pesar del corazón.
»Kael, Jessica. Vivan en paz, aléjense de la guerra, del conflicto. Prometan por sobre todo que vivirán para ver un nuevo mañana.
Partí poco después, no escuché las palabras de nadie, no las necesitaba, no aliviarían el pesar, no, nada lo haría. Quizá solo el tiempo tenía tal poder, y ni de eso estaba seguro. Decidí dirigirme al imperio, los invasores habían llegado desde sus frontera, si en algún lugar obtendría respuestas, ese sería el destino correcto.
[...]
—¿Escuchaste? Dicen que nació un nuevo demonio.
—¿No son exageraciones? El título del demonio de ojos verdes fue por una razón de peso, sabes.
—No, te digo la verdad. Dicen que él solo estuvo a punto de matar a un heraldo e incluso logró escapar de la masacre.
—Para que le digan demonio, tiene que ser un ejecutor, ¿no?
—Sí, pero es uno del que nadie sabía nada. Dicen que también es uno de ellos.
—¿Ellos?
—Las víctimas de la traición, los pétalos caídos.
—¿Oh? ¿Así que todavía hay de esos sueltos por ahí?
La conversación entre un par de soldados en la costa del imperio Acadiano continuó.
—¿Crees que deberíamos preocuparnos? —preguntó el demonio
—Lo dudo, estamos bajo la protección de los Jilk. Además, si es que llega a causar muchos problemas, siempre podemos contar con Al’kar.
—Supongo que tienes razón, aunque creo que con el almirante Il’zar sería suficiente.
—¿El del casco con forma de pegaso? Cierto, escuché que era bastante fuerte, quizá tanto como un heraldo.
La puerta del local se abrió, revelando a una figura humanoide que llevaba una bolsa sobre sus manos. La dejó rodar hasta los pies de los soldados, quienes se espantaron al ver la cabeza del demonio con casco de pegaso.
—¿Disculpen, alguien sabe algo sobre los heraldos? Verán, es que estoy cazándolos.
El viento hizo que la capucha se cayera, revelando a un joven con un mechón de cabello blanco y un solo ojo plateado que sonreía amigablemente.
«Shizu, solo un poco más».
Fin del volumen cinco.
Hola, soy Axoth. Deseo agradecer a todos los lectores de Cronos hasta el momento. Tras el final de este volumen he decidido tomarme un tiempo para hacer una reedición del primer volumen de la novela, una versión más pulida, entretenida y con mayor contenido. Es probable que no publique nada durante el próximo mes, pero me gustaría saber su opinión sobre esto.
Ahora mismo me tomo el tiempo de revisar los comentarios cada que puedo, estaré atento a cualquier queja o duda sobre la obra.
Hasta entonces: buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Pdt: En cuanto al retraso y el hecho de que este capítulo haya sido borrado, se debió debido a que el contenido era realmente malo y decidí cambiarlo.