El extranjero
Había rumores recorriendo los pueblos de las tierras del sur, se decía que un espectro vestido de hombre vagaba por los caminos y carreteras, moraba en la niebla y la oscuridad era su manto.
Era el azote que castigaba a los invasores y a los impuros, cientos de hombres morían bajo sus manos cada semana, o al menos eso era lo que decían los cuentos que se esparcieron desde el puerto.
El joven Liam prefería no creer en los rumores, ya tenía suficientes problemas intentando sobrevivir siendo huérfano, su padre y su madre se habían sacrificado por un ideal que rechazaba la rebelión, esos seres que con su acero los habían matado y ahora gobernaban su pueblo, esos demonios, no había forma de que alguien pudiese acabar con ellos tan fácilmente.
Espectro, aventurero oscuro o como se llamase, al final solo era un hombre, eso es lo que sabía con certeza, no habría esperanza, ni salvación, ni redención, solo tenía que sobrevivir, tenían que hacerlo.
—Cerez, he llegado —dijo con voz rasposa.
Su hermana salió de un escondite en el suelo, vestía ropas andrajosas y su pelo negro y lacio estaba todo enredado por la suciedad. Ella soltó una tenue risita y luego dijo:
—¿Otra vez tratas de actuar como adulto? No va contigo.
Con los ojos cansados, Liam simplemente le alboroto el cabello y le mostró la comida que había conseguido. Un poco de pan viejo, unas tiras de carne seca y algo de arroz, no sería suficiente para sobrevivir al próximo invierno, pero ellos ni siquiera se podían permitir pensar en eso.
Tras comer, Cerez tomó el brazo de su hermano y levantó las mangas, notando moretones y heridas que el joven se había hecho mientras trabajaba.
—Te dije que cuidaras mejor tu cuerpo, hermano tonto —dijo mientras vendaba las heridas con algunas telas viejas que hirvió en agua. Luego, se dirigió hasta una jaula en la que guardaba roedores, acabando con uno usando una daga de pedernal, no salió sangre del animal, los moretones se habían curado.
—Está bien, Cerez. Cuidaré mejor de mí mismo, pero, te he dicho mil veces que no uses los rituales tan a la ligera, si alguien se entera entonces… no quiero perderte —expresó con sus ojos ya cansados.
Se recostó en el suelo con una manta cubriéndolo, cerró los ojos levemente y, repentinamente, despertó al escuchar el galope de lo que parecía ser una decena de jinetes. Se tapó la boca para evitar hacer ruido y observó los alrededores en busca de su hermana.
Cerez no estaba por ningún lado y, al escuchar un grito sórdido, Liam solo pudo sudar frío mientras observaba desde una grieta en la pared.
Observó impotente como un hombre llevando una máscara de zorro sostenía a su hermana del cabello, se apresuró en salir de la casa tomando un trozo de madera para intentar defenderla. Lo que recibió a cambio fue un golpe en la cabeza que lo envío a volar contra una pared, dejándolo al borde de la muerte y haciendo que su consciencia se desvaneciera.
—Alguien, por favor, ayuda —murmuró antes de caer inconsciente.
Sintió un calor recorriendo su cuerpo, despertó poco después. La noche había caído y una señora con el atuendo de la iglesia estaba iluminándolo con la luz de Lumis.
—¿Dónde estoy? —preguntó, no había nada en los alrededores, solo escombros y arena.
La señora suspiró.
—Esto es lo que queda de tu aldea, tienes suerte de estar vivo, los Cavaliere mataron a todos los que trataron de salvar a la niña. Además, ese hombre no se contuvo en absoluto —dijo mientras señalaba con los ojos al susodicho.
Sosteniendo a uno de los regentes de la aldea del cuello se encontraba un hombre de cabello castaño oscuro con un mechón blanco que le cubría el ojo izquierdo, uno que estaba tapado por un parche de tela negra.
Al observar a aquellos seres todopoderosos caer impotentes ante el poder de aquel hombre, Liam no pudo evitar sentirse maravillado, supo, en ese instante, que necesitaba aquel poder para rescatar a Cerez.
Se paró con las piernas temblorosas para acercarse a aquel hombre, el lo observó de reojo sin decir una palabra, parecía estar perdido en sus pensamientos.
—Quiero ser tan fuerte como tú —exclamó Liam mientras trataba de contener sus lágrimas, debía rescatar a Cerez, él tuvo que protegerla.
El hombre lo observó en silencio y murmuró:
—Haz lo que quieras.
Tras eso empezó a caminar lentamente y el niño decidió seguirlo. Se detuvo para lanzarle una bolsa llena de monedas de oro a la curandera para continuar caminando mientras ignoraba al niño.
«Cerez, prometo que voy a salvarte, así que vive» pensó Liam mientras apretaba los puños.
// Nota del autor: Este preludio es más como un anticipo de la trama del volumen 6, por desgracia, la reedición está consumiendo bastante de mi tiempo al mezclarse con mis asuntos personales. Cronos Vol.6 probablemente no vuelva hasta dentro de un par de meses. //