El Desafortunado Gadin Jennings

Dentro, todos los trascendentes eran humanos. Parecía como si estuvieran aislados del mundo, completamente separados sin contacto con el exterior.

En una cordillera remota yacía una vasta tribu de decenas de miles.

Entre ellos estaba un joven con labios rojos y dientes blancos, lleno de vida. A veces cazaba gorriones; otras veces simplemente se tumbaba al sol, con las manos detrás de la cabeza, mirando hacia el cielo en profunda reflexión—despreocupado.

Este joven desapareció en el momento en que Gadin Jennings intentó espiarlo, como si una fuerza poderosa hubiera intervenido para evitarlo.

—Señor Gadin…

—¿Crees que puedes ocultarme esto?

Gadin sacudió la cabeza.

En el pasado, había dominado la hibernación mejor que nadie, incluso mejor que Kreig Jordahl. Nada podía escapar de su vista, ni siquiera una presencia oculta.

—Esto no tiene nada que ver con cultivo —murmuró.