—¡No, no, no te obligaré!
El malvado feto cadáver estaba al borde de las lágrimas.
Sabía perfectamente que esta era su última oportunidad, su única oportunidad de sobrevivir. Si perdía esta oportunidad, estaría atrapado aquí para siempre.
Ya había tomado una decisión: mientras Braydon Neal lo dejara salir, él huiría.
Correría hasta los confines de la tierra y nunca miraría atrás.
El plan sonaba bien, pero dado que Braydon, ese viejo zorro, se había interesado en él, ¿cómo podría escapar tan fácilmente?
—En ese caso, firmemos un contrato del alma —dijo Braydon con una sonrisa despiadada.
—¿Contrato del alma? —la furia del feto cadáver se encendió—. ¡No lo haré! Una vez que lo firme, estaré bajo tu control para siempre, incluso mientras continúe cultivándome. Podrías matarme con un solo pensamiento. ¡No lo firmaré!
—No te vayas… ¿podríamos hacerlo un contrato de iguales? —chilló el malvado feto cadáver, suplicando.
Pero Braydon permaneció imperturbable.