Reino de Décimo Nivel

La expresión de Fedele Licata parpadeó ligeramente.

Sus ojos rojos como la sangre no revelaron nada de sus pensamientos.

«¡Mátalos, mátalos!».

Los murmullos en sus oídos profundizaron la irritación visible en su mirada.

«Jaja».

De repente, Fedele se burló y se puso de pie.

—¿Creen que todos en este mundo ansían poder y riqueza?

—Están equivocados, muy equivocados.

—Somos humanos, no objetivos programados desde el principio para perseguir metas como máquinas sin mente.

Gradualmente levantó la alabarda en su mano, cuya luz dorada brillaba de manera ominosa.

—¡Si quieren que mate, entonces mataré!

—No todos están consumidos por el deseo de poder y dinero. Hay algo más fuerte que eso… ¡el vínculo de sangre!

En un instante, sangre brotó en el aire.

Pero no era de los dos que estaban frente a Fedele.

Era la suya propia.

La alabarda había atravesado su propia garganta, emergiendo por la parte trasera de su cuello.