Mi empleada doméstica

La travesura y juguetonidad en la cara de Alex se desvanecieron lentamente y sus ojos se volvieron serios. De alguna manera se sentía cálido y le gustaba inesperadamente cuando ella lo abrazaba de esta manera. Pero realmente no le gustaba oír el obvio miedo en su corazón. Lo despreciaba y no sabía por qué. ¿Quizás simplemente no le gustaba que alguien o algo la asustara?

Atrapó sus manos y las apartó con fuerza mientras la miraba a pesar de su protesta.

—Dime, ¿por qué estás actuando así? —su mirada de repente se volvió intensa.

El corazón de Abi se saltó un latido ante su pregunta y esa mirada en sus ojos. La mirada llena de curiosidad y sospecha la hizo tragar saliva. Pero luego, sus ojos volvieron a mirar a su alrededor porque la bruja la asustaba más que las sospechas de Alex.

—Por favor, Alex, déjame–