Noah y los demás no pudieron contener su asombro cuando contemplaron el interior del enorme huracán.
Múltiples grietas conectadas al vacío flotaban alrededor de una gran montaña rodeada por un enjambre de puntos blancos brillantes. Vastas zonas de la área se habían derrumbado para crear agujeros negros que se alzaban alto en el cielo, y un segundo huracán luchaba por superar su fuerza de succión para alcanzar el suelo.
Una mujer de mediana edad con unas cuantas arrugas estaba justo debajo de las tormentas, alto en el cielo. Llevaba una túnica blanca que coincidía con el brillante color de sus ojos. Su largo cabello gris ondeaba en los intensos vientos que lograban filtrarse en el área, y una feroz sonrisa ocupaba su rostro.