1915. Incompleto

—¡Así no funciona! —se quejó el Rey Elbas.

—¿Cómo funcionaría entonces? —preguntó el Santo de la Espada.

—Atraeré su atención —explicó el Rey Elbas—. Tengo que pelear con ella.

—Eso suena estúpido —comentó el Santo de la Espada—. Noah y Alejandro cambiaron roles la última vez.

—Aún así, no te permite robar a mi oponente —continuó el Rey Elbas.

—No la estoy robando —corrigió el Santo de la Espada—. Estoy cortándola.

—¿En qué se diferencia eso? —gritó el Rey Elbas con un tono exasperado.

—Ella sigue siendo tuya —explicó el Santo de la Espada—. Solo cortada. El número de piezas depende de ella.

El Rey Elbas abrió su boca para hablar, pero no pudo pensar en nada adecuado para esa situación. La falta de sentido de la última respuesta lo había derrotado. Su deseo de alcanzar el noveno rango casi se desvaneció cuando pensó que lo tenía que pasar con esos idiotas.

—¿Por qué la cortarías si ya tiene un oponente? —el Rey Elbas finalmente decidió esforzarse un poco más.