El Demonio Divino rara vez tenía que pensar en su vida. Era puro en cuanto a su decisión y mentalidad. Nunca tuvo que dudar porque encarnaba lo que un verdadero demonio debía ser. Sin embargo, Cielo y Tierra lo habían puesto en una situación desesperada. La trampa no tenía salidas. Era perfecta en todos los sentidos, y el Demonio Divino podía entender eso claramente. Parecía que solo tenía que decidir cómo morir. Renunciar a su existencia preservaría sus pensamientos. El Demonio Divino perdería todo lo que había construido en esos años, pero mantendría su mente. En cambio, incluso si decidiera pelear, Cielo y Tierra aún robarían parte de su ley. El Demonio Divino no podía encontrar ninguna otra opción. Había fallado en predecir la trampa de Cielo y Tierra, pero tampoco podía culparse a sí mismo. Realmente no podía oponerse a los gobernantes cuando decidían enfocar su mente en un proyecto.