El mundo estaba en silencio en ese momento.
Todos los Dioses Ancestrales estaban tan desconcertados que ninguno se atrevía a moverse. Temblaban como polillas, invadidos por el miedo a la muerte que casi habían olvidado.
Esa sensación perdida hacía mucho tiempo les refrescó la memoria y les recordó cómo eran cuando eran débiles.
—Desde ahora, yo estaré a cargo. ¿Alguna objeción? —Su Ping los miró desde arriba, y su voz resonó en el mundo.
Después de ser testigo de la arrogancia arraigada de los Siete Grandes Clanes, Su Ping estaba decidido a convertirse en un dictador.
La mayor ventaja de una dictadura era la eficiencia. Todas las instrucciones se llevarían a cabo rápidamente, sin discusiones.
Las dictaduras habían existido en todas las épocas. Solo que algunas eran actos de individuos mientras que otras funcionaban en grupos. Al igual que los grandes clanes habían gobernado juntos el mundo divino.
Su esfuerzo grupal había hecho incapaces de resistir a todos los demás.