Un sueño inolvidable

S1

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El chico entreabrió los ojos, resistiéndose a abandonar aquel sueño que, por primera vez, no le pesaba como una losa. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas del árbol frutal, dibujando patrones dorados sobre su piel. Respiró hondo: el aire olía a miel quemada y tierra recién llovida, pero bajo ese dulzor, percibió un regusto metálico, como de cables pelados. El murmullo del arroyo, sin embargo, era una melodía perfecta. Demasiado perfecta.

—¿Dónde estoy? —susurró, incorporándose. Las montañas-serpiente lo observaban, sus picos afilados mordiendo nubes estáticas. Un río de plata quieta rodeaba el valle, y los árboles frutales brillaban con un colorido artificial, como pintados por una IA.

El chico se levantó y se sacudió el polvo de la ropa. Al caminar y mirar más a su al rededor noto algo muy peculiar, todo era perfecto, un mundo ideal, un mundo de ensueño. O bueno, quizás era demasiado perfecto.

El chico caminaba sin saber hacia dónde ir, solo siguiendo su instinto. Mientras más caminaba, la sensación de familiaridad lo atormentaba. Había perdido la noción del tiempo.

Al tocar el musgo bajo sus pies, una descarga eléctrica le recorrió los dedos. ¿Glitch?, pensó, sin entender por qué esa palabra venía a su mente.

—¿Hola? —llamó al ver la silueta bajo el tronco caído.

Un extraño eco resonó en su cabeza. La figura señaló al este sin volverse, y Alan no pudo evitar sentir una sensación de familiaridad en la figura de ese hombre.

Un pensamiento cruzó por su cabeza—¿Lo he visto en otro lugar?

El cielo se resquebrajó en fragmentos hexagonales, como pantallas rotas, y la voz del desconocido resonó distorsionada: ¡No deberías estar aquí!

El sonido de una TV sin señal lo arrastró de vuelta.

*

—¡Despierta, idiota! Cuanto más piensas dormir. —La almohada lo golpeó en el pecho. Alberto sostenía el control remoto, apuntando a un televisor que emitía niebla blanca y estática.

—¡Ay! Esas no son formas de despertar a las personas, tonto. —protestó Alan, frotándose los ojos.

—Vamos, ya es tarde. No puedes dormir todo el día. —le lanzo unos papeles.

—¿Otra vez con eso? —Alan se frotó los ojos, la garganta seca—. Parece que te obsesionó el terremoto espacial.

—No lo entenderías, a veces creo que te falta cerebro, mi hermanito. Hoy por fin tengo la oportunidad de pertenecer a UMD «Un Mundo Desconocido»

Alan se limitó a escuchar las tonterías de su hermano, en el fondo estaba muy orgulloso de él, su investigación había sido reconocida después de tanto tiempo.

—Alan, me estás escuchando. ¿Tú sabes lo importante que es? Fue la encargada de investigar el terremoto espacial de hace unos años, por su avanzada tecnología.

Alan sonrió ante las palabras de Alberto. —Sí, claro, estoy muy orgulloso de ti, ¿Ya preparaste el desayuno? Muero de hambre.

—Vez de eso estoy hablando, hoy es mi entrevista. ¿Qué vas a hacer sin mí cuando comience con mi trabajo?

—Hablas como si ya lo hubieras conseguido, además quiero aprovechar a mi hermano mayor cuanto pueda.

Alberto se resignó, por más que intentaba hacerle entender, no lograba nada —¡Eres un idiota!

—Muchas gracias por el cumplido, iré a bañarme. Por cierto, quiero mis huevos revueltos, por favor.

Mientras caminaba hacia el baño, recordó aquel sueño que tuvo.

—¿Por qué sigo teniendo este sueño? Ah, no lo sé tal vez ¿Este sueño está tratando de decirme algo? —se llevó la mano a la cabeza para calmar su dolor —Es muy confuso. ¿Quién será aquella persona que encontré en mi sueño? Se me hace tan familiar, también aquel paisaje siento que ya he estado ahí. —pensó

Mientras se duchaba, el agua fría no logró borrar la imagen de ese hombre. ¿Glitch?, volvió a pensar. En el espejo empañado, dibujó un hexágono.

En el desayuno, mientras que un resignado, Alberto preparaba el desayuno de Alan. Alan le mencionó un sueño recurrente que había tenido, en el que se encontraba con una persona sentada bajo un árbol, pero siempre despertaba antes de recibir una respuesta a su pregunta.

—Vaya sueño que has tenido, he escuchado a personas decir que los sueños así son de cosas que te mortifican.

—...

—Bueno, ahora que lo dices. —Su voz sonó más seria de lo habitual—. Hace años, antes de que papá desapareciera, soñaba con un reloj de arena roto. —Hizo una pausa, como si hubiera dicho demasiado—. Pero olvídalo… Puede que solo sea cansancio.

—Tal vez —dijo Alan un poco desanimado.

—Vamos, esos sueños suelen ser un poco diferentes a la realidad, además la probabilidad de que los sueños se vuelvan realidad es mínima, anímate vamos a dejarlo hasta aquí por hoy, ¿sí?

—Si tienes razón. Muy bien, te acompañaré a tu entrevista, ¿es esta tarde verdad?

—Bueno, entonces alístate cuanto antes Alan.