Estaba llorando como una niña de tres años.
Hacía mucho tiempo que no veía a su madre llorar así.
Estaba hecha un desastre de mocos y lágrimas, sin rastro alguno de su habitual elegancia y compostura.
—Mamá, creo que deberías dejar ir a Joanna por ahora —Gary White hizo una mueca en las comisuras de su boca, una pizca de diversión en su cara mientras miraba a Joanna Lawrence, que estaba abrazada sin poder hacer nada por Madam White—. Asustaste a Joanna con tu arrebato de hace un momento.
—Quizá deberías darle a Joanna algo de tiempo para recuperarse.
Madam White miró con el rostro en blanco, levantando su cara surcada por lágrimas.
Entonces vio la expresión de desconcierto e impotencia en la cara de Joanna.
Comparado con la actual emoción y alegría de Madam White, Joanna no estalló en lágrimas de felicidad por la reunión madre-hija, ni sintió la clase de agravio y dolor de haber estado separada de su madre por más de diez años.