Erin llegó a la residencia Rainier en una carroza que cruzó la puerta compartida, separando las dos propiedades. Al bajar de la carroza, Erin vio a Paul hablando con un hombre que era parte de la familia de esa misma chica. Parecían de buen humor, discutiendo algo con sonrisas en sus caras. Erin captó el final de su conversación al pasar por ahí.
—No te preocupes. La trataremos bien. Ella es como Rina para nosotros —aseguraba Paul al hombre.
¿Ya han planeado traer a esa chica a esta familia? Erin apretó los puños. Ese sinvergüenza. Que venga a mí y me diga esas tonterías otra vez. Me aseguraré de que no viva para pronunciar otra palabra. ¿Quieres casarte conmigo mientras planeas mantener amantes? ¡Asqueroso!
Erin se dirigió a la cámara de Rina, donde la joven se negaba a beber su medicina. Gwen intentaba convencerla, pero sin éxito.
—Es amarga, Madre. No la quiero —murmuró Rina, enterrando su cara en la manta. Su voz amortiguada continuó: