Canalla Poco Romántico

El corazón de Erin latía cada vez más rápido, coincidiendo con el ritmo del latido bajo su palma. Su cara se sonrojó al encontrarse con la mirada sincera del hombre frente a ella. Esta vez, sus ojos llevaban el peso de sus palabras, revelando que no estaba completamente desprovisto de emoción.

No sabía qué decir ni cómo responder a su confesión. Su garganta se sentía seca, sus oídos ensordecidos por el golpeteo de su propio corazón. El aire a su alrededor pareció cambiar de repente, denso con la tensión no expresada.

Justo entonces, hubo una llamada en la puerta del estudio. —Mi Dama, lo he traído.

Erin volvió en sí, retirando suavemente su mano del agarre de Luciano, el cual permitió sin resistencia.

—Puede entrar —permitió Luciano, su mirada detenida en su cara sonrojada.

El sirviente abrió la puerta y entró en el estudio, colocando en silencio una bandeja de madera y una caja en la mesa central frente al sofá antes de salir.