Dama De La Finca

Dejando a Rina descansar, Erin y Lucian partieron mientras Gwen los instaba a irse.

Los dos subieron las escaleras hacia sus habitaciones, el silencio se extendía entre ellos. Erin se preguntaba qué decir, su mente buscaba desesperadamente un tema para llenar el silencio.

—¿Fuiste al mercado hoy? —finalmente preguntó Lucian, rompiendo el silencio.

—Hmm... sí —respondió Erin—. Fui con mis hermanos.

—Espero que lo hayas disfrutado —comentó él.

—Lo hice.

El silencio volvió. Erin lo miró, sintiendo que la incomodidad se asentaba. Parece que siempre será así—tranquilo, sin nada de qué hablar. A él podría gustarle el silencio, pero yo puedo hablar. Está bien.

—¿Cómo está tu herida? —preguntó ella, decidida a intentarlo una vez más.

—Ya está bien.

—¿Has cambiado el vendaje?

—Lo haré cuando regrese a casa.

—¿Solo? —insistió ella.

—Hmm.

—Tal vez consigue que un sirviente lo haga.

—Puedo manejarlo.

Este hombre terco, pensó ella, frunciendo el ceño internamente.