Sabiendo lo terco que era su nieto, la Abuela Zhang asintió y no insistió más. Tomó un bocado del huevo y cerró los ojos, saboreando el gusto. Hacía mucho tiempo que no comía huevos.
Después de que sus abuelos terminaron los huevos, Zhang Ermu sirvió arroz en sus tazones y sacó las verduras encurtidas fritas con cerdo de la cesta.
—Abuelo, Abuela, de ahora en adelante, tendremos carne y verduras para comer, así que no se contengan —les urgía.
El Abuelo Zhang frunció el ceño al ver el arroz y preguntó —Ermu, ¿de dónde sacaste tanta carne y verduras?
—Hace unos días, el Hermano Chenze me mostró dónde encontrar verduras y granos en las montañas. También me enseñó cómo colocar trampas. Los lugares están escondidos y nadie más va allí, así que he estado recolectando granos, verduras y frutas durante los últimos días —explicó Zhang Ermu.
—¿No es peligroso ir solo a la montaña? —preguntó la Abuela Zhang, preocupada.