—Buenos días, madre de Fuyan. ¿Por qué bloqueaste mi camino? ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? —preguntó Lin Muai con curiosidad.
En cuanto terminó de hablar, Shi Qiwan levantó la mano y la abofeteó.
¡SLAP!
El sonido de la bofetada resonó por la zona, seguido del grito de Lin Muai al caer al suelo: «¡Ah!»
La fuerza de la bofetada rasgó la esquina de su labio, y la sangre se filtró desde la herida. Su cabeza giró, y su oreja zumbó por el golpe. Le tomó un tiempo darse cuenta de lo que había sucedido.
Se sentó en el suelo durante un largo rato antes de que el mareo se disipara. Al levantar la cabeza, miró fijamente a Shi Qiwan y preguntó con enojo:
—Madre de Fuyan, ¿qué estás haciendo?
Shi Qiwan le señaló la nariz y gritó:
—¡Perra! ¡Seduciste a mi marido y arruinaste mi matrimonio! ¡Hoy te voy a matar!
Atónita por sus palabras, Lin Muai se quedó paralizada. Antes de que pudiera reaccionar, Shi Qiwan la empujó al suelo y comenzó a golpearla.