—Camarada, antes de preguntar por los demás, ¿por qué no te presentas primero? —dijo Lu Jueyu al escuchar el tono descortés de Yang Mengyao, sonriendo y replicando.
Aunque sonrió, su tono llevaba un claro desdén hacia la otra parte. Unido a su mirada provocadora, era obvio que no tomaba en serio a la mujer frente a ella.
—¿Quién soy? ¡Soy la dueña de esta casa! —estaba furiosa Yang Mengyao cuando escuchó sus palabras y replicó.
—Ah, pensé que cada propiedad en el pueblo era propiedad de la brigada. ¿Desde cuándo los individuos pueden poseer casas? —respondió Lu Jueyu, mirándola con sorpresa fingida, al escuchar esto.
—Camarada, no me digas que eres una terrateniente ¡¿verdad?! —señaló a Yang Mengyao y añadió Lu Jueyu con un shock exagerado después de un momento de duda.