Lu Jueyu entendió los pensamientos de Liu Hua. Sabía que su amiga consideraba un desperdicio compartir algo tan valioso, especialmente con aldeanos desagradecidos. Pero si esto podía contribuir al país y beneficiar a más personas, ella ganaría mucho más a cambio.
Después de todo, su espacio le recompensaba cada vez que ayudaba a otros o cambiaba sus destinos. También creía que, dado que tenía la capacidad de ayudar, debería acumular buen karma para el futuro de sus hijos.
Su padre de su vida anterior le había dicho una vez que ayudar a los demás era ayudarse a sí misma. Si podía hacer algo que asegurara la seguridad de sus hijos, entonces no había desventajas, solo beneficios.
Con esto en mente, sonrió y dijo:
—Hermana Liu Hua, no importa si nadie me agradece. Lo hago por mi propia paz mental.
Liu Hua sabía lo terca que era su amiga una vez que se decidía. Sin querer hacer las cosas incómodas, suspiró y no dijo nada.