Feng Lin también se sentía tan extático como Dong Huang y no dejaba de asentir. Sus manos temblaban de emoción, y le tomó un tiempo poder estabilizarlas.
—Xiao Huang, parece que este ginseng es muy viejo. Debemos ser más cuidadosos al cavar para no dañar las pequeñas raíces —le recordó.
—Está bien.
Mientras Feng Lin cavaba la tierra, Dong Huang la movía hacia un lado. Los dos estaban tan concentrados en cavar el ginseng que no se dieron cuenta de que el cielo azul se tornaba lentamente en un matiz rojo.
Cuando finalmente terminaron, había un gran hoyo en el suelo. Feng Lin recogió el ginseng y lo colocó cuidadosamente dentro de la canasta de bambú. La tierra que rodeaba el cuerpo principal del ginseng se dejó intacta para evitar daños.