Wang Muxiao levantó una ceja al escuchar las palabras de la anciana y dijo:
—¿Oh? ¿Así que te atreves a decirlo pero no te atreves a admitirlo? Bueno, es comprensible ya que solo te atreves a intimidar a los más débiles que tú.
La anciana se enfureció y la señaló, tartamudeando:
—Tú, tú eres...
Antes de que pudiera terminar, Wang Muxiao la interrumpió.
—¿Qué pasa conmigo? ¿Crees que todos están ciegos o sordos?
—En esta sala, solo mi marido y yo somos amigos de un doctor. Solo mi marido está cuidándome a mí y a mis hijos. Tus palabras estaban claramente dirigidas a mí. No tenemos rencor, sin embargo, tu boca inmunda sigue hablando como un perro callejero.
—Entiendo si tienes envidia de que me casé en una buena familia y mi marido me ama. Pero, ¿qué tiene eso que ver contigo?
—Ya eres tan vieja y en camino al ataúd, sin embargo, tu corazón sigue siendo tan oscuro y tu boca tan viciosa. ¿No tienes miedo de que cuando mueras, nadie te entierre?